𝑐ℎ𝑎𝑝𝑡𝑒𝑟 𝑡𝑒𝑛

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𝐷𝑖𝑎𝑛𝑎'𝑠 𝑐ℎ𝑎𝑚𝑏𝑒𝑟𝑠, 𝐵𝑟𝑖𝑑𝑔𝑒𝑟𝑡𝑜𝑛 𝐻𝑜𝑢𝑠𝑒


Jane no le había preguntado tantas veces a Diana si se encontraba bien en los años que llevaba trabajando para su familia como ese día. Mientras la doncella terminaba de arreglar el cabello de la joven Bridgerton, a esta se le caían los párpados, dejando ver que el cansancio de esos días —físico y mental— estaba pudiendo con su voluntad. 

—¿Está segura de que quiere bajar, Miss Bridgerton? Puedo dejarle saber a Lady Bridgerton que prefiere cenar en su habitación.

—No, Jane. Estoy bien —aseguró la rubia antes de frotarse los ojos—. Es la cena de compromiso de Daphne. No puedo perdérmela.

—Se la perderá de todos modos si se queda dormida sobre el consomé, Miss. 

—Eso sería una escena que no olvidaría nunca.

Benedict había entrado en silencio en la habitación de su hermana y se reclinado contra el marco de la puerta, mirando en dirección al tocador en el que se arreglaba la joven. Jane se apresuró en hacerle una reverencia al segundo de los Bridgerton y miró a Diana, preguntándole con la mirada si estaba satisfecha con su trabajo.

—Muchas gracias, Jane. Puedes retirarte. Bajaré con Benedict enseguida.

—Sí, Miss Bridgerton.

Benedict asintió con la cabeza en dirección a Jane como despedida y permaneció en silencio, esperando que Diana fuera la primera en iniciar la conversación. La rubia notó el cambio en la actitud de su hermano y alzó una ceja, analizando la figura de Benedict a través del cristal de su espejo.

—No me gusta cuando guardas silencio, Ben.

—¿Por qué, hermanita?

—Siempre tienes algo que decir, excepto cuando estás pensando demasiado en algo o pretendes meterme en problemas. Son los únicos momentos en los que mantienes la boca cerrada.

Benedict frunció la nariz en un intento de reprimir su sonrisa, provocando que Diana le regalara una mirada cómplice. La rubia tenía la habilidad de conocer al detalle a todos sus hermanos; algo que, para ellos, podía ser una bendición o una maldición. Finalmente, Benedict entrelazó sus manos tras su espalda y caminó con lentitud hacia su hermana.

—Bueno...

—Sabía que tenías algo que decir —bufó Diana, riendo ante la mirada de reproche de su hermano—. Lo siento, lo siento. ¿Decías?

—Anthony me ha contado que el conde de Beverly ha abandonado Londres —dijo con sutileza, como si estuviera tanteando las aguas—. En realidad no ha querido contarme demasiado, pero mencionó que no volveríamos a verlo por aquí.

𝐈𝐟 𝐈 𝐦𝐚𝐲, 𝐌𝐢𝐬𝐬 𝐁𝐫𝐢𝐝𝐠𝐞𝐫𝐭𝐨𝐧 | 𝐫𝐞𝐠𝐞𝐧𝐜𝐲 𝐞𝐫𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora