𝐻𝑦𝑑𝑒 𝑃𝑎𝑟𝑘
Londres despertó de forma apacible pero agradable aquella mañana de verano. Los pequeños rayos de sol que se asomaban tímidamente entre las nubes grises habían animado a gran parte de las familias más prestigiosas del país a salir a pasear con un único y evidente propósito: compartir con euforia el éxito y los cotilleos más jugosos del baile de Vauxhall.
Alejada del entusiasmo que compartían las chismorrosas mujeres de la alta sociedad, Diana, que pareció asistir a una velada completamente diferente a la del resto, prefirió no rememorar lo vivido la noche anterior. No solo por su nuevo encontronazo con el —insoportable, según su criterio— duque de Brighton; sino por la propuesta sin respuesta que indirectamente había protagonizado el conde de Beverly. Aquel educado caballero no había vuelto a mencionar el tema de conversación tras la interrupción de Brighton y acompañó a Diana durante gran parte de la noche, bailando con ella en tres ocasiones.
«Qué joven tan educado y complaciente, querida. Estoy segura de que no tardará en pedir tu mano», llegó a comentar su madre en algún momento de la noche. Violet Bridgerton no había podido esconder la sonrisa en todo el baile, mucho menos después de ver a sus hijas tan bien acompañadas por un conde y un duque. Porque si algo tenía que alimentar la pluma de Lady Whistledown, qué mejor que el par de caballeros que se vieron junto a las mellizas Bridgerton.
«Aunque todo sea una farsa.»
Diana observaba a unos metros de distancia cómo Daphne reía animadamente en la compañía de Simon Basset. A ojos de todos parecía como si el encanto y dulzura que desprendía la joven Bridgerton hubieran encandilado al duque de Hastings. Pero a excepción de Diana, nadie conocía —ni parecía ser consciente— el acuerdo al que ambos habían llegado para beneficio mutuo. Y aunque la rubia le había implorado sin cesar en el silencio de la noche a su adorada hermana para que recapacitara, sus súplicas no habían surgido efecto.
—Estás cometiendo un gran error, Daphne —le había dicho Diana en voz baja, intentando que la conversación quedara entre ellas dos—. Ni siquiera conoces al duque y, lo poco que sabemos de él, es porque su reputación le precede. ¿Qué pasaría si decide sacar a la luz este sin sentido? ¿Estás dispuesta a acabar con tu reputación por confiar en ese hombre?
—Él tiene tanto que perder como yo —trató de tranquilizarla la pelirroja—. No te pido que confíes en él, pero sí que confíes en mí. Es la única oportunidad que me queda si quiero encontrar un partido adecuado antes de que finalice la temporada. Y especialmente... antes de que Anthony ceda a que me case con Lord Berbrooke.
El bufido que soltó Diana por lo bajo no pasó por alto para el caballero que sostenía su brazo aquella mañana. Spencer no dudó en girar la cabeza hacia Diana, quien no se había percatado de que su desagrado por el supuesto pretendiente de su hermana había llegado a los oídos del conde.
ESTÁS LEYENDO
𝐈𝐟 𝐈 𝐦𝐚𝐲, 𝐌𝐢𝐬𝐬 𝐁𝐫𝐢𝐝𝐠𝐞𝐫𝐭𝐨𝐧 | 𝐫𝐞𝐠𝐞𝐧𝐜𝐲 𝐞𝐫𝐚
Roman d'amour𝐷𝑖𝑎𝑛𝑎 𝐵𝑟𝑖𝑑𝑔𝑒𝑟𝑡𝑜𝑛 𝑠𝑒 𝑑𝑖𝑠𝑝𝑜𝑛𝑒 𝑎 𝑟𝑒𝑎𝑙𝑖𝑧𝑎𝑟 𝑠𝑢 𝑝𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑡𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑒𝑛 𝑠𝑜𝑐𝑖𝑒𝑑𝑎𝑑 𝑗𝑢𝑛𝑡𝑜 𝑎 𝑠𝑢 𝑚𝑒𝑙𝑙𝑖𝑧𝑎, 𝐷𝑎𝑝ℎ𝑛𝑒. 𝑃𝑎𝑟𝑎 𝑒𝑛𝑡𝑜𝑛𝑐𝑒𝑠, 𝑙𝑎 𝑙𝑙𝑒𝑔𝑎𝑑𝑎 𝑑𝑒 𝑙𝑜𝑠 𝑑𝑢𝑞𝑢𝑒𝑠 𝑑𝑒...