Capítulo 38

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  La mañana estaba llegando, la luz del Sol se abrió paso por la habitación, cayendo con todas sus fuerzas sobre los ojos de nuestro vigilante, sacándole un leve gruñido, no acostumbraba dejar las cortinas abiertas, precisamente porque detestaba despertar con el Sol quemándole los ojos, estaba por levantarse para cerrarlas, cuando sintió que algo lo detenía y ese "algo" era por supuesto, nuestra azabache, al verla todos los recuerdos de la noche pasada golpearon su cabeza cual ariete, no podía creerlo. ¡Anoche hicieron el amor! Esa declaración hizo que sus mejillas adquirieran un tono un poco más coloridas, podía sentir un calor agobiante en su cabeza, Dios, de todas las cosas que esperaba que sucediera esa noche, ésta ni siquiera estaba bajo contemplación, en el mejor caso se imaginaba que se reconciliarían y dormirían abrazados, nada más, nunca pensó que terminaría por rendirse antes sus impulsos más profundos, pero aun así... Fue fabuloso, no podía quejarse, fue la mejor noche de su vida, por supuesto que todo el sueño que podía haber quedado en su cuerpo se esfumó en dos segundos. ¿Quién podría volver a dormir en una situación como esta?  Se concentró en examinar a su pareja, verla de esta manera era algo muy diferente (por no decir excitante), pero no dejaba de ser hermosa, claro que estaba despeinada, con los labios sonrojados y  siendo cubierta solamente con una sábana, que lo cubría a él también, si bajaba la mirada podía notar las marcas rojizas que adornaban el cuello de la azabache y sabía que debajo de esa sábana se encontraban varias similares, se alegraba de que hoy fuera el día libre de la ojiazul, porque estaba seguro de que el esconder esas marcas sería difícil, quizás se pasó un poquito, inconscientemente puede que tratara de dejar en claro que ella le pertenecía en cierta forma, no había pasado por alto los molestos comentarios de Jon, contándole  sobre la cantidad de pretendientes que tenía la ojiazul, de los cuales por supuesto ella no estaba enterada,  no era de los que arman una escena de celos territoriales en publico, jamás haría pasar a Marinette por una vergüenza como esa, pero tenía que dejar en claro que la azabache tenía novio, uno que no dudaría en romperle la cara  a quien intentara acercarse a ella de esa forma.

  No le importaba que hora era, nadie en la faz de la Tierra lo haría salir de esa cama, pasaron un par de minutos para que la repentina luz empezara a molestar a la ojiazul, fruncía el ceño levemente y se encogió en su lugar, aunque era inevitable, sabía que ya era hora de despertar, con toda la pereza del mundo se dispuso a abrir los ojos finalmente, le costó un poco el reconocer donde estaba, pero al sentir el fuerte agarre en su cintura y notar que no estaba en su habitación pudo llegar a la conclusión de que lo sucedido anoche no fue solo un sueño, por supuesto, ni más cayó en cuenta de esto, su rostro adquirió el color de una cereza y se escondió entre las sábanas, pensando en cómo dirigirle la mirada a su novio de ahora en adelante, no se arrepentía de lo acontecido la noche anterior, fue una experiencia magnífica, pero eso no le quitaba la pena y no la calmaba el hecho de apenas notar que no llevaba ni una sola prenda puesta, estaba acostada en la cama de su novio, como Dios la trajo al mundo, la desnudez nunca fue algo con lo que se sintiera cómoda, no es que se sintiera mal con su cuerpo, solo que le daba un poco de vergüenza mostrarse así, lo cual era una tontería tomando en cuenta que el vigilante ya había visto todo de ella esa noche; en conclusión, se moría de pena, pero estaba feliz por muchas cosas, ella y Damian por fin se arreglaron, las cosas estaban volviendo a ser como antes y finalmente pudo expresarle lo mucho que lo amaba, esa alegría era algo que no podrían arrebatarle fácilmente, sabía que todavía tenían asuntos que arreglar, pero por ahora solo quería sentirse a gusto en los brazos de quien amaba.

- Buenos días. - Saludó el vigilante con voz ronca, después de todo se acababa de despertar.

- Bu-buenos días. - Respondió intentando adquirir su color normal.

- ¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo? - Preguntó, la noche anterior fue lo más gentil posible, pero había veces en las que no llegaba a controlar su fuerza y ni siquiera caía en cuenta, temía haberle hecho algún daño.

Un amor inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora