Un amor inesperado

Capítulo 48

¿En dónde estaba? Era muy oscuro y no podía sentir nada. ¿Estaba bajo el agua? Pero todavía puedo respirar, así que solo quedaba la nada, una completa soledad, calma y silencio. ¿Por qué estoy aquí? ¿Cómo llegué aquí? ¿Estoy muerta? No, no puede ser, Thalia no me había herido de gravedad en ningún momento y estoy segura de que no me apuñalaron por la espalda, hubiera notado al intruso, estoy atrapada aquí por otro razón y esa es la muerte de Thalia, debí haberlo sabido, esta es la razón por la que los empáticos no pueden quitar una vida, mi mente simplemente se sobrecargó, eso fue lo que me trajo aquí, no recuerdo cómo se sintió, tampoco quiero hacerlo, porque debió ser lo suficientemente malo como para mandar a mi conciencia a un espacio aislado en mi mente, por lo menos no me volví loca, mi mente podría haberse fragmentado, a decir verdad este era el mejor escenario en el que podía caer, puedo salir de esto, solo tengo que encontrar la forma. La oscuridad parecía no tener un fin, no habían paredes, ni nada que se interpusiera en mi camino, poco a poco una pequeña luz se iba abriendo camino, dando paso a un campo de flores, el sol brillaba con fuerza y su calidez era impresionante, este lugar se me hacia tan familiar...
Había alguien parado en medio del claro, estaba de espaldas y no podía distinguirlo bien, pero ahí estaba, empecé a correr en su dirección, era la única persona a la que le podría pedir ayuda después de todo, poco a poco logré distinguirlo mejor y pude reconocerlo, entonces me detuve de golpe y pensé en huir, porque no era posible que él estuviera aquí.

- Adrien. - Lo llamé, no sabía si sentía miedo, ansiedad o una increíble felicidad mezclada con melancolía.

- Hola, My Lady. - Se volteó lentamente, se veía tan tranquilo y etéreo, había olvidado cuánto me gustaba verlo sonreír de esta manera.

- ¿Qué haces aquí, gatito? - Se supone que él estaba en un lugar mejor, disfrutando de la eternidad, no en mi cabeza.

- Dices eso como si me hubiera ido en algún momento. -

- ¿Qué? -

- Yo tampoco lo sé, busqué esa luz de la que tanto hablan, pero nunca llegó, así que me quedé para cuidarte a ti y a Emma, creo que simplemente no estaba listo para irme, hasta ahora. - Explicó como si no fuera la gran cosa, cuando lo es.

- ¿Entonces viste todo? - Pregunté avergonzada.

- Sí, lo vi todo. Y estoy muy feliz por ti, Marinette, lo único que quería para ti y nuestra hija era que vivieran una buena vida, tranquila, amorosa y feliz, Damián Wayne les puede dar todo eso y más. - No sabía cuanto necesitaba escuchar eso, en el fondo siempre supe que Adrien estaría de acuerdo con mi nueva relación, que decidiera salir adelante, pero el escucharlo de él me daba un alivio muy grande.

- Te prometo que voy a seguir cuidando de ustedes, solo que será desde allá arriba. - No quiero llorar, pero parece la despedida definitiva.

- Sabes que nunca dejé de amarte. ¿Cierto? - Necesitaba que lo supiera.

- Lo sé, siempre tuviste un corazón muy grande, Mari, yo ocuparé un espacio como tu primer amor y Damián tomará el lugar del amor de tu vida. Y eso está bien, tu y Emma son lo mejor que me pudo haber pasado, te mereces compartir tu vida con alguien, Emma se merece un padre y Damián es esa persona. - Se acercó, me secó las lágrimas y me dio un último abrazo.

- Ya es hora, te están esperando. - Susurró antes de darme un pequeño beso en la nariz, podía sentirlo, cada vez estaba más cálida, menos entumida y más consciente de lo que estaba pasando afuera.

- ¿Lo escuchas? -

- Recuerdo la primera vez que te llevé a casa, unas de nuestras primeras conversaciones, me hablaste la leyenda celta sobre las almas gemelas, "Anam Cara", que depende del esfuerzo que hagan para pasar las pruebas de los Dioses y ellos les permitirán volver a estar juntos... Tu eres mi alma gemela, Mari. Me salvaste la vida, literalmente evitaste que me dispararan, pero también me sacaste de esa armadura que me estaba asfixiando, esa luz que viste en nuestro primer encuentro estaba por apagarse, tu te volviste la chispa que mantuvo encendida esa luz. - ¡Es Damian! Esta llorando... ¿Cuánto tiempo llevo fuera?