De todas las cosas que podía poseer...
Aquello que deseaba con ardor, un pensamiento caprichoso, se materializaba ante él, dispuesto como un tributo sobre una bandeja de plata.
Mas entre las codiciosas ambiciones que yacían en su interior, había un...
El dormitorio de Ramshackle resonaba con murmuros apresurados cuando tres estudiantes, aún enredados en los pliegues de sus sábanas, se afanaban al tiempo, ese preciado hilo que se les escurría entre los dedos como arena fina. En un frenesí, se lanzaron hacia el espejo en busca de la uniformidad impuesta por la rigidez del protocolo.
En un marcado contraste, Daelo emergió como una figura de autoridad inconmovible, con su uniforme impecable y una postura rígida que sugería un compromiso inquebrantable con el orden y la puntualidad.
—Yo les desperté a tiempo, y ustedes optaron por sumirse nuevamente entre las sábanas. —Declaró, su espalda erguida contrra el umbral de la puerta, ya preparado para salir.—
Su mirada recorría cada rincón del cuarto, condenando el desorden con una parsimonia que parecía desafiar la premura de los estudiantes, cuyas mentes aún estaban envueltas en los vapores del sueño.
—¡Solo un desquiciado como tú se levanta por voluntad propia a las 5 de la mañana! —Reprochó Ace, en un frenético intento por atar su corbata.—
—Además, no hacía falta que nos despertaras con esos golpes estridentes y gritos. —Dijo Grim, cuyos ojos aún conservaban un velo de somnolencia— Deberías considerar cambiar tus métodos.
—Ustedes no tienen el lujo de elegir sus métodos de despertador. —El eco de sus palabras resonó en la habitación, creando una atmósfera tensa— La disciplina y el respeto por el tiempo son esenciales en cualquier contexto. Ignórenlo, y verán las consecuencias. No querrán enfrentar la furia de su líder de dormitorio.
La mención del líder trajo consigo un recordatorio palpable de las consecuencias que enfrentarían si llegaban tarde. Los tres estudiantes intercambiaron miradas ansiosas antes de apresurarse hacia la puerta.
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Ante sus ojos se desplegaba un esplendoroso festín de té. Una encantadora y detallada decoración iluminaba el ambiente con alegría, aunque esa exuberancia arrebataba la elegancia que generalmente caracterizaba tales encuentros de la alta clase.
El banquete ofrecía una exquisita selección de tés magníficamente preparados, cuyos vapores, perfectamente infusionados, ascendían con gracia mientras eran acompañados por un despliegue de delicias culinarias, todas ellas presentadas con divertidas y caprichosas decoraciones.
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Daelo, con su porte arrogante, se había ubicado en el asiento principal, un lugar que simbolizaba poder. Pero, antes de que pudiera asentarse plenamente, los residentes a su alrededor se apresuraron a moverlo, temiendo la ira de su líder al ver a un extraño ocupando su trono.