〘Capítulo 29〙

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Hades se detiene allí, a escasos centímetros mientras yo pretendo que no oí lo que dijo. Deseando tener una varita mágica para rebobinar los últimos treinta segundos y cortar esa parte, borrando esas palabras de sus labios, evitando oírlas.

Deseando no sentir ese cosquilleo en el estómago y esa sensación de que el suelo se mueve.

Me siento estúpida por lo que siento, pero no puedo evitar pensar en que él está molestándome. Jugando conmigo.

¿Qué me garantiza que Hades no esté jugando conmigo?

Es el chico con un letrero en luces neón que apunta su cabeza y grita a una milla de distancia que me aleje de él. Pero extrañamente, todo lo que siento, todo lo que mi cuerpo siente cuando está con él es una montaña rusa de emociones.

Me gusta.

Hades Fenrir me gusta mucho.

Mucho más de lo que yo pensaba alguien me iba a gustar.

Recuerdo las tardes con Magnolia, observando el parque frente al instituto de monjas donde crecimos. Un instituto solo para señoritas, donde el mayor pecado fue cuando Magnolia y yo filtramos novelas eróticas y románticas en las estanterías, disfrazados con los lomos de libros de ciencia y geografía.

Esos amores tan fugaces, tan intensos eran todo lo que soñaba cuando era una niña. Lo que pensé que iba a sentir cuando cumplí los diecisiete y conocí a Fer.

Pero no fue así, yo no fui especial.

Tú buscas al chico que ame verte sonreír, que ame tu silencio y tus palabras.

Tú buscas un chico que ame cuando te ruborizas, se enamore de tu timidez y destruya al mundo con tal de verte sonreír. Pero eso no existe, porque el chico perfecto solo se encuentra en los libros.

Y Hades... solo es el rey del inframundo.

La motocicleta se detiene en el estacionamiento de profesores dado los privilegios de Hades. Porque si algo noté es que aprovecha muy bien sus beneficios al ser el hijo del director.

Maldigo en silencio cuando lo primero que veo en el preciso momento en el que entramos en el estacionamiento es a Aaron parado en frente. Acortando el paso de Hades. Este último pone sus pies en el suelo cuando se da cuenta de que el chico de ojos oscuros no va a moverse en lo absoluto. Solo lo observa con una marcada expresión de enfado en el rostro que me hace pensar que desde que nos fuimos se quedó parado allí.

El cielo del atardecer se ve claro, sin sol, con nubes blancas en el cielo. De repente el ambiente se siente más frío por lo que se augura una tormenta.

Hades detiene el motor y es mi señal para bajarme de la motocicleta. Así que lo hago confundida mientras que Aaron me da una mirada seria y con desaprobación, como si yo le generara repulsión o algo así. Y Hades por su parte se baja con tranquilidad.

—¿Disfrutando el fresco hermano? —palmea el hombro de Aaron quien sujeta su mano y la hace a un lado, impidiendo que le de más toques.

—No sabes cuánto —ironiza Aaron—. Es tarde. Sabes lo que hacer—dice y Hades entonces se gira a mirarme y su expresión se ve tormentosa.

Siento que me quiere decir algo pero no lo hace, frenando por la presencia de Aaron.

Odio que hablen en clave cuando están frente a mí, todo es misterio. Como si yo no supiera más de lo que debo. Como si para mi fuera ajeno que lo que hacen no es legal y que ambos tienen secretos oscuros. Al igual que mi familia. Mi único consuelo es que tal vez es muy peligroso que yo sepa lo que hay bajo la mesa. Y que tal vez mi abuelo me ama tanto como para darme una vida normal, sin que yo sepa de todos los misterios que se esconden. Y dentro de unos meses voy a irme a la universidad, así vivir mi vida tranquila.

El Juego de HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora