〘Capítulo 46〙

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—Tenemos una semana —dice mientras observa nuestras manos—. En una semana tienes que aprender a pelear.

Miro sus ojos cuando se conectan con los míos y algo se remueve dentro de mi con la idea.

—¿Por qué debería pelear?

—Solo si lo necesitas, si estás en peligro deberás pelear Gianna, pero cueste lo que cueste no debes ir a Italia —me mira con una intensidad que hace que sienta que algo no está bien. Nada de esto está bien.

—¿Sabes algo que yo no? —pregunto con la curiosidad aflorando en mí. Él niega con la cabeza.

—Aún no, pero te diré lo que descubra. Mientras tanto espero que calientes un poco nena, no voy a ser delicado contigo —se aleja de mí y camina hacia el colchón que está en el suelo. Lo arrastra y lo trae consigo hasta dejarlo en la mitad del lugar.

Yo lo miro con el ceño fruncido y me cruzo de brazos.

—No follaré contigo si eso es lo que piensas, pervertido.

Hades levanta la cabeza y me mira una vez que escucha lo que le digo. Veo el brillo en sus ojos y la perversidad en su mirada. Me mira y niega con la cabeza mientras me enseña una sonrisa de costado, en una mueca sutil.

Se pone de pie y camina hacia mí. Me mira a los ojos con intensidad y yo contengo la respiración cuando se acerca a mi ser, tanto que su pecho termina por chocar con el mío. El único contacto que siento es su mano derecha tocar mi cuerpo a la altura de mis costillas y subir sutilmente en un delicado cosquilleo que hace que todo mi cuerpo se estremezca. El escalofrío que sus dedos me provocan hace que pase saliva.

—Te follaré cuando me ruegues que lo hagas —su ronca voz me congela en mi lugar, obligándome a dejar escapar un suspiro cuando sus ojos plomos pero cargados de fuego se posan en los míos. Esa sensación se intensifica cuando su rostro se acerca al mío pero se desvía hasta posar sus labios casi rozando mi oreja y susurra—. Y créeme que lo harás. Mientras tanto, prometo no comportarme contigo,

Siento que sujeta mi mano dejando mi palma expuesta hacia arriba y lo siguiente que siento es algo frío. Lo observo notando que es lo que yo pensaba, su pistola. Se siente pesada, y muy fría.

Frunzo el ceño y contengo la respiración cuando mi corazón late fuerte, cargado de adrenalina al tener esto en mis manos.

Deja el arma en mi mano y yo la sostengo temerosa para que no se caiga. Él me mira con curiosidad porque mi movimiento es torpe, pero hago lo mejor que puedo.

No todos los días tienes un arma en las manos.

—Hades —quiero hablar pero él me interrumpe.

—Enseñarte a disparar es imposible aquí, el disparo se oiría a kilómetros a la redonda y eso nos delataría, pero puedo enseñarte otras cosas —me mira con intensidad—. A desarmar por ejemplo.

—Tengo miedo —confieso temerosa.

—No hay nada que no puedas hacer nena, no te limites —sonríe con picardía—. Aún tenemos que hacer arder toda esta mierda juntos.

Asiento con la cabeza ruborizada al oírlo llamarme nena. Dios.

Maldito Hades.

¿Por qué estás tan bueno?

Se aparta de mí y luego me pide que le apunte a la cabeza.

—¿Estás loco? ¿Y si se escapa la bala y te vuelo los sesos? —levanto las cejas. Mi instinto más primitivo es el de dejar el arma con cuidado en cualquier otro lado pero alejada de él y de mí, de cualquiera que pudiera hacerse daño en realidad.

El Juego de HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora