〘Capítulo 34〙

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Mi corazón late tan fuerte que mi pecho duele, como si acabaran de darme un golpe justo en la unión de mis costillas. Y no puedo ver más, porque lo primero que mi cuerpo reacciona a hacer es salir corriendo hacia el baño y apenas llego, me arrodillo en el suelo frente al inodoro y vacío mi estómago mientras mis ojos se empañan.

No es real. ¿Verdad?

Es una fábula.

Una historia.

Un cuento que me inventé.

La bilis me arde en la garganta, y mis ojos se empañan por ese hecho. Cuando ya no tengo arcadas, me pongo de pie y me lavo los dientes, mirándome al espejo como si yo no fuera real. Como si de verdad esto fuera parte de un mal sueño.

Por un momento me siento como si estuviera dentro de un libro o una película, como si me hubiera quedado dormida luego de ver Investigation Discovery o algo por el estilo.

Me siento abrumada, y mis oídos pitan repitiendo una y otra vez la imagen sin sonido, pero que en mi mente se escucha tan real. El fogonazo de luz blanca que emitió el cañón del arma de Hades me eriza los sentidos, dejando mis nervios a flor de piel y la sensación de miedo recorre mi cuerpo, como si todos mis nervios se encontraran paralizados por el terror.

Acabo de ver a mi abuelo golpear en el rostro a Aaron.

Y a Hades... dispararle a quemarropa a un hombre indefenso y atado a una silla.

Un policía. Y eso me paraliza el alma.

Miro mi rostro pálido y luego me armo de valor para salir del baño y caminar nuevamente al cuarto al final del pasillo sintiendo que todo lo que yo consideraba real no lo es.

Siento que mis piernas apenas sostienen el peso de mi cuerpo, así que me esfuerzo por llegar nuevamente al final del pasillo y meterme en la habitación. Allí me siento nuevamente en la silla y observo la pantalla. Lo que veo es al abuelo, junto a Aaron y Hades. Ellos observan a Bob, el policía cuyo nombre aún no sé, y veo que se hablan entre ellos mientras la sangre se desprende de uno de los pies del hombre.

Puedo sentir alivio al ver que al menos aún vive, pero el verlo desmayado del dolor me deja pocas esperanzas.

Tengo que ayudarlo. Debo sacarlo de ahí. No puedo creer que hay algo dentro de mi que me dice que si yo no hubiera ido a esa fiesta, no hubiera conocido a Bob y él estaría en su casa, con su familia o lo que sea que debería estar haciendo si no estuviera atado a una silla.

Maldigo internamente no tener mi móvil para sacarle una foto a la pantalla, así que tomo un papel de los cajones y una pluma en la que me anoto todo lo que veo en las imágenes. No hay direcciones en las cámaras de seguridad, solo el día y la hora. Nada más, por lo que solo describo y dibujo lo más que puedo ese galpón. Es la cámara 6, este día y esta hora.

Voy a sacar a Bob de ahí, y ellos van a pagar por esto. Los veo a los tres observando a Bob, y luego, Aaron vuelve a ponerle la bolsa negra en la cabeza, para luego salir del lugar, siguiendo a Hades y a mi abuelo. Y luego, la luz se apaga, y Bob se encuentra en la oscuridad.

Los siguientes minutos me dediqué a dejar todo como estaba de forma minuciosa, analizando cada detalle. Dejé la habitación como si yo nunca hubiera entrado y guardé la llave maestra donde siempre aunque luego medité en la posibilidad de necesitarla, así que me la até al tobillo con una pulsera negra. Oculta dentro de mi media y mis zapatillas era imposible que alguien la note.

Pero dadas las circunstancias, no sabía cuánto la iba a necesitar.

Lo siguiente fue un funcionamiento automático. Me cambié de ropa, ya que tengo que acompañar a Mag a la estación de autobús y esperé pacientemente en mi habitación leyendo el diario mientras todos llegaban.

El Juego de HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora