〘Capítulo 33〙

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No dormí, pero no porque no estuviera cansada, sino que porque no podía hacerlo. Y Mag me acompañó toda la noche en la cual mi abuelo nos trajo dulces de la tienda, y comimos pizza en la cena.

Creo que fue suficiente el susto que le metí cuando mi abuelo estacionó el automóvil fuera del instituto y me sostuvo en sus brazos mientras mi abuela conducía. Para ese entonces me había puesto una ropa seca y aunque no tardaron mucho en llegar, fue lo suficiente como para que Aaron desapareciera.

Magnolia y Alexandra fueron con nosotros al hospital, en donde pasé largas horas hasta que cerca de la medianoche decidieron que yo estaba bien, y que mis pulmones habían drenado el agua. Claro que tuve suerte, y si hubiera estado unos segundos más debajo del agua hubiera muerto.

Mis abuelos dejaron a Alex en casa, y luego vinimos a la mía. Ellos pidieron pizza y se guardaron con preocupación el accidente. Mi abuela no dejaba de lamentarse por lo que hubiera ocurrido y mi abuelo decía que los accidentes ocurren luego de que le dije que resbalé y caí.

Me sentí un poco tonta al mentir, pero todos mienten aquí y yo necesito verdades. Y las voy a obtener, cueste lo que cueste.

Magnolia se va esta noche, para llegar mañana al instituto ya que no puede faltar. Solo por eso acepté que nos pongamos a maratonear Harry Potter, su saga preferida, y aunque no llegamos a ver todas las películas pero fue lo suficientemente bueno como para distraerme de pensar en otra cosa.

Miro el reloj de mesa cuando me doy cuenta de que son las ocho de la mañana y acaba de terminar La Orden del Fénix, así que nos restan un par de películas pero Mag se quedó dormida hace unos segundos mientras abraza mi almohada a mi lado.

Hay paquetes de caramelos regados por el suelo y en un bowl que tenía snacks aunque yo no comí nada. Tengo hambre y mi garganta está rasposa por lo que hablo ronco, así que reírme se oía como si Dark Vader lo estuviera haciendo.

Tengo que ir al baño, así que dejo mi laptop a un lado y me pongo de pie. Me pongo mis pantuflas y voy al baño mientras bostezo. Segundos después me lavo las manos y kos dientes mientras me observo en el espejo.

Me doy cuenta de que a esta hora y con el insomnio que tengo, mi mente empieza a funcionar en piloto automático por lo que hago todo de forma mecánica. Termino de cepillarme los dientes en el momento en el que mi estómago suena de tal forma que duele.

Suspiro y salgo del cuarto de baño, para ir caminando descalza por las escaleras hasta llegar al piso de abajo. Mi abuela está mostrándole a mi abuelo unos papeles del rendimiento de las tiendas mientras él la observa con detenimiento.

Noto que la ve a ella más que a los papeles, y se ríe cuando mi abuela lo observa con el ceño fruncido. Niego con la cabeza y llego a su lado, para luego robarme un panqueque de la mesa.

—Hola hija, ¿Cómo te encuentras? —pregunta la abuela cuando me ve. Yo me encojo de hombros y asiento.

—Estoy bien —mi voz sale ligeramente rasposa y mi abuelo levanta las cejas cuando me escucha.

—Tranquilo señor, no hace falta que se altere —se burla de mí y yo pongo los ojos en blanco—. ¿Y Magnolia?

—Duerme, anoche nos desvelamos viendo Harry Potter.

—Con razón tienes cara de muerta mi niña.

—¡Andrés! —lo reprende mi abuela.

Me distraigo un momento observando sus brazos tatuados que se ven ya que trae una remera negra con mangas cortas. Sus ojos azules se posan en los de mi abuela y le sonríe, haciéndole un chiste secreto. Ella niega con la cabeza y se pone de pie para traer más panqueques y servirme café.

El Juego de HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora