〘Capítulo 42〙

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—Ya voy —oigo del otro lado de la puerta del baño del Hospital mientras que Aaron está hablando con su hermana. No se acercó un doctor a darle el parte médico a Aaron, todo fue a Leia y ya le dan el alta médica. Ella ya estaba vestida para irse.

Miro a Aaron quien está contra la puerta del baño femenino, observando el suelo y aguardando que su hermana salga. Todo fue complicado, ella tenía malestar y que comprar una medicación para detener el dolor abdominal luego de que le quitaran los restos del feto. Por los pocos meses que tenía el procedimiento fue rápido.

Yo me mantengo alejada, no quiero tener que ver con esto, menos con Leia. Este es un momento sensible pero no quiere decir que me olvide de que ella me haya tirado a una piscina sabiendo que no sé nadar. Ella es una perra, una perra mayúscula y me consta.

La puerta se abre y ella sale. Lo primero que percibo es su apariencia descuidada. Su cabello en un moño desprolijo y ropa casual, un jogging y una remera grande, probablemente de hombre y en un color oscuro. Parece ropa de casa realmente. Muy distinto a como se viste siempre tan pulcra y vital.

Sus profundas ojeras y su piel casi amarillenta son el vivo ejemplo de algo que no va bien. ¿Qué demonios le ocurrió?

Ella sale y se apoya en el brazo de su hermano, pero al instante levanta la cabeza con la mirada un poco ida en sí hasta que me enfoca, sentada una hilera de asientos plásticos más allá, diagonal a ella. Su rostro se deforma y mira a Aaron como cuestionando qué hago allí.

Oigo a Aaron decirle que tenía que cuidarme esta noche, así que ella sin aceptarlo pero tampoco haciendo nada para impedirlo sigue su camino hacia la salida. Aaron me mira por sobre el hombro de su hermana como para decirme que lo siga, así que guardando mis ganas de mandarlo a tomar por culo lo sigo a regañadientes.

No quiero jugar a la niñera de la chica que me odia.

Y ella tampoco me quiere aquí así que... debería irme. ¿Verdad?

—Pide un taxi —le dice ella a él, quien detiene uno que justo iba libre. Aaron ayuda a su hermana a subir en la parte de atrás con cuidado y ella me mira con desprecio para luego centrarse en su dolor.

—Sube —ordena Aaron y yo levanto las cejas.

—Ni muerta me subo junto a tu hermana —sonrío sin ganas—. Listo, te acompañé hasta aquí y ahora me voy —me giro para irme cuando su mano me detiene, no solo su mano, su cuerpo entero. Tira de mi mano deteniendo mi paso, y sus manos sujetan mi cuerpo con una intimidad muy distinta a la que me esperaría de él.

La proximidad hace que me congele. Más aún teniendo a su hermana viéndolo todo.

—¿Qué haces? —inquiero mirando sus ojos marrones y sombríos para verlo resquebrajándose en un dilema. Entiendo que se está dividiendo entre su responsabilidad con su hermana y su obligación para con mi abuelo que es el mantenerme a salvo.

—Por favor, por favor Gianna, ven conmigo, irás adelante pero tengo que dejarla en casa para llevarte a la tuya —veo la súplica en su voz, y lo vulnerable que se encuentra en ese momento.

Mi lado humano lo sigue sin mucho interés, pero lo hago porque entiendo que lo que menos necesita ahora es tener una lucha interna entre obedecer las órdenes o ayudar a su hermana que parece ahora mismo Bella de Crepúsculo al tener a su bebé.

Subo adelante y Aaron junto a su hermana, le da la dirección al taxista y este arranca. Miro por la ventana evitando pensar en la sensación de las dagas penetrando mi nuca. Leia me mira, lo veo por el espejo retrovisor y su rostro se ensombrece.

Parece algo así como embravecida. No la veo hacer otro gesto más cuando la veo, solo cierra los ojos y se recuesta en el hombro de su hermano. Media hora más tarde, lamentando estar aquí el auto se detiene frente a una casa en un vecindario tranquilo en la ciudad. Aaron paga y yo me bajo antes de que Leia y él lo hagan.

El Juego de HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora