Yo antes era feliz. Creo. Digamos que, como mínimo, yo creía que era feliz. Tenía exactamente todo lo que se supone que hay que tener: una familia feliz, un grupo de amigos maravillosos, buenas notas, hobbies, metas y medios para lograrlas. Vivía en mi rutina perfecta, en mi burbuja donde nada se salía de lo normal, donde todo estaba donde yo quería que estuviese. Era feliz en el sentido más superficial de la palabra, de la manera más frívola y, tal vez, incluso falsa. Mi felicidad no era más que ausencia de tristeza, y eso me valía.
Siempre fui una persona bastante solitaria. Me di cuenta de que estaba más cómoda sola que rodeada de gente en ciertos momentos del día, y eso amoldó al resto de personas a mi alrededor. Estaban conmigo, pero siempre a cierta distancia, exactamente la que yo quería, o creía querer. Mi vida era como una partida de ajedrez inmensa e interminable donde yo jugaba como ambos bandos para que nada ni nadie saliera de mi control, tal y como hice tantas veces cuando era niña. Para hacer honor a la verdad, yo no era la única a la que culpar de dicha soledad. La mayoría de la gente no quería tener una relación estrecha conmigo, probablemente porque siempre tuve una forma de ser que la sociedad calificaría como mala. "Egoísta, egocéntrica, zorra...", me acostumbré a esas palabras como te acostumbrarías a unos zapatos que te duelen: al principio con el ceño fruncido, hasta que te das cuenta de que, un día, ya no te hacen daño. Me adueñé de esos calificativos sin apenas ser consciente de ello, decidiendo que, si van a pensar que soy mala, por lo menos que esa creencia tenga su razón se ser.
Pero la vida no es una partida de ajedrez, sino de póquer, eterna y amañada. Por mucho que cuentes las cartas, por mucha probabilidad que sepas y por mucho que creas tenerlo todo bajo control, siempre hay cosas que se escaparán. Qué ilusa fui al pensar que podía mover los hilos de todo cuanto me rodeaba.
También creía en el amor, del modo ferviente en que un feligrés cree en su respectivo dios: convencida de que este existía a pesar de no haberlo sentido nunca. Desde niña, descubrí mi pasión por los libros, en especial la literatura romántica, y cada palabra escrita en las páginas que leía hacían que mi convicción fuese más férrea. Esperaba sentada a que llegase mi momento, a que viniera mi señor Darcy, mi Jay Gatsby, mi Romeo..., confiando en que nuestros caminos se juntarían para nunca separarse. Qué inocente. Qué estúpida.
En un momento dado, todo empezó a desmoronarse. No sé decir cuál, no puedo determinar exactamente cuándo, pero jamás olvidaré el día en el que fui plenamente consciente de que las riendas de mi vida se me habían escapado de las manos hacía tiempo y galopaba sobre un caballo desbocado por un camino que me era completamente desconocido. La burbuja perfecta, la rutina aburridamente normal habían estallado en mil pedazos irreparables y, por primera vez, miré a mi alrededor y sentí miedo, terror por lo que venía y yo desconocía.
A veces, miro hacia atrás y deseo volver a mi burbuja, a mi felicidad perfectamente falsa y superficial.
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Serendipia {Trilogía Inefable #1}
RomanceTRILOGÍA INEFABLE #1 ✨ FINALISTA DE LOS WATTYS 2023 ✨ 𝘚𝘦𝘳𝘦𝘯𝘥𝘪𝘱𝘪𝘢: 𝘩𝘢𝘭𝘭𝘢𝘻𝘨𝘰 𝘷𝘢𝘭𝘪𝘰𝘴𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘦 𝘱𝘳𝘰𝘥𝘶𝘤𝘦 𝘥𝘦 𝘮𝘢𝘯𝘦𝘳𝘢 𝘢𝘤𝘤𝘪𝘥𝘦𝘯𝘵𝘢𝘭 𝘰 𝘤𝘢𝘴𝘶𝘢𝘭. Hace tiempo que Alexa dejó de creer en el amor, en las mít...