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—¡Le voy a matar, te juro que le voy a asesinar!

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—¡Le voy a matar, te juro que le voy a asesinar!

Ace le da un suave apretón a mi mano, tratando calmarme de forma tan silenciosa como inservible. Ahora mismo, ni un tranquilizante para elefantes podría calmarme. Siento un ira profunda y candente hirviendo en mi interior, como el mismísimo fuego del Infierno instándome a hacer las peores maldades que se me pasan por la cabeza.

No soy la única que está más que dispuesta a arrancarle la cabeza a Travis. Ace ha estado las cinco horas de vuelo que llevamos, blasfemando como jamás había escuchado. Si todo lo que saliera de su boca se hiciera realidad, casi me daría lástima Travis. Casi. Lo único que le ha frenado un mínimo han sido las llamadas que ha estado haciendo, tratando de resolver el primer problema al que nos enfrentamos: mi vídeo subido a la red sin consentimiento.

Es la primera vez desde que llegué a Estados Unidos que agradezco los contactos que tiene la gente de Hayden. Ace ha logrado contactar con la gente importante de Instagram, Google y demás sitios importantes de internet para borrar el vídeo de todos los lugares posibles. Es relativamente sencillo bajarlo de Instagram, lo complicado es tratar de terminar con él para siempre. Aunque aun no estoy capacitada para asumirlo, ese vídeo jamás se irá de la red. Mediante sus contactos, Ace está tratando de mitigar el daño todo lo posible.

—Vale, el vídeo ha sido borrado de todos los sitios importantes de internet y aquel que lo suba de nuevo será bloqueado. También he hecho que mi abogado avise a todos los medios de comunicación y prensa para que sepan que, si se les ocurre publicar algo acerca de ese vídeo, les caerá tal demanda que estarán pagando por ella hasta sus nietos.

La noticia me alivia poco, muy poco, pero me alivia. Por lo menos tenemos algo controlado, lo más grande pero, paradójicamente, es lo que menos cabreada me tiene. Al fin y al cabo, me da relativamente igual que desconocidos me vean de esa guisa. Lo que más rabia me da es que Travis crea tener ese poder para humillarme, que haya violado mi intimidad y confianza de esa manera tan miserable, sobre todo cuando grabó ese vídeo sin permiso.

—Creo que no hay palabras en el mundo para agradecerte lo que estás haciendo hoy por mí —suspiro tratando de no chillar mientras le abrazo—. Me gustaría poder ser yo la que soluciona mis propios problemas, pero yo no tengo ni la mitad de los contactos que tú tienes.

—No hace falta que me agradezcas nada, cielo, estoy haciendo lo que hay que hacer. Y por lo otro no te preocupes, vas a ser tú la que le parta los dientes a ese hijo de la gran puta en primer lugar. Yo solo voy a patear lo que quede de él cuando termines.

—¡Joder, ¿cuánto queda para llegar?!

—Estamos aterrizando ya, no te preocupes. Si te ayuda a calmarte, chilla todo lo que quieras y desahógate. En menos de lo que esperas, podrás cebarte con ese gilipollas directamente.

Y eso es exactamente lo que hago durante la siguiente hora hasta que, por fin, el avión aterriza. El McLaren de Ace nos está esperando fuera, así que no tardamos ni un segundo en mandar nuestras maletas a casa en otro coche y subirnos en el deportivo para hacer rodar una cabeza.

Serendipia {Trilogía Inefable #1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora