P I L O T O

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6 libras con 7 onzas era lo que pesaba en el momento en el que salí de la vagina de mi madre.

6 libras con 7 onzas y 2 minutos de nacida era lo que tenía cuando la mate por el simple hecho de nacer.

6 libras con 7 onzas y 10 minutos de nacida era lo que tenía cuando declararon a mi madre oficialmente muerta después de la "incontable lucha de los doctores".

6 libras 7 onzas y 11 minutos de nacida era lo que tenía cuando mi padre salió del hospital culpándome por la muerte de la mujer que amaba.

6 libras con 7 onzas y 3 horas de nacida era lo que tenía cuando mi padre volvió a ingresar al hospital, pero no volvía por mí, volvía porque su auto se volcó en la autopista y ahora corría peligro de morir.

6 libras con 7 onzas y 4 horas era lo que tenía cuando también perdí a mi padre.

En esas 4 horas que tenia de nacida apenas había dejado de llorar, no porque mi pequeña conciencia de bebé sabía que sus padres habían muerto, sino porque algo en ella le decía que debía enfrentarse a las atrocidades del mundo por si sola, sin el allanto de una madre o el hombro de su padre.

6 horas de nacida era lo que tenía cuando fui depositada suavemente en los brazos de mi abuela.

6 horas de nacida era lo que tenía cuando volteo a ver a su esposo con lágrimas en los ojos y una sonrisa en los labios, aunque había perdido a su única hija acababan de depositar en sus brazos a un pequeño bebé que necesitaba el amor incondicional de sus abuelos para poder tener una vida medianamente normal.

6 horas de nacida era lo que tenía cuando mi abuelo le sonrió de vuelta a mi abuela, dándole a entender que estaba dispuesto a amar al bebé que estaba entre sus manos con la misma intensidad que como lo haría ella.

Así es como empieza mi vida.

Pensaba que tendría una vida normal cuando mis abuelos firmaron los papeles que los hacían mis tutores legales y me llevaron a casa.

Una casa modelo de esas que la mayoría de los estadounidenses solo pueden ver en revistas o en el televisor.

Si, básicamente ese bebé de 6 libras se había sacado la lotería al quedar bajo la tutela de sus abuelos de clase alta.

Supongo que Dios pensó que era una manera de compensar el hecho de que me había quitado a mis padres.

Pero dejemos eso de lado.

La idea de tener una vida normal se fue al carajo cuando en el kínder empecé a ser consciente de que los demás niños no estaban creciendo con su abuela como figura materna y su abuelo como figura paterna.

Mientras iba creciendo empecé a sufrir de él famoso bullying por no tener padres, aunque los chicos que me lo hacían carecían de una de esas dos figuras, pero bueno.

Los niños son crueles, sin razón.

Fue en cuando mis abuelos me cambiaron de escuela después de unas lindas vacaciones que las conocí.

Lexi y Rue.

Mis almas gemelas, mis confidentes, mis mejores amigas.

Primero conocí a Lexi, me regalo una linda sonrisa cuando me senté a su lado en la primera clase.

Después conocí a Rue, mientras la profesora no miraba Lexi nos presentó.

Rue estaba a su lado izquierdo mientras yo estaba a su derecha, la chica morena me saludo solo con un movimiento de mano antes de volver a lo que estaba haciendo.

She Love Control | Maddy Pérez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora