Genevieve no lo recordaba, pero solía ser reina.
Fue arrebatada de la seguridad de su castillo años atrás y encerrada en una torre que poco a poco apagó su brillo y borró sus recuerdos, hasta que no quedó en ella algo más que un cuerpo ultraja...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
«-¡Stefan, atrapa la pelota!
Lancé el balón en su dirección y mi hermano trastabilló para atraparla. Corrí entre risas por todo el patio con él tras de mí, pisándome los talones. El vestido no me daba mucha movilidad, por lo que fue fácil para él alcanzarme. Cuando sentí que la pelota casi tocaba mi espalda, alcé una mano.
-Phesmatos Motus.
Salió volando en otra dirección y Stefan observó su trayectoria con pasmo. El balón quedó atascado en la cima de un árbol y Stef me miró.
-¡Eso es trampa!
Solté a reír, cayendo al suelo porque estaba muy cansada de correr. Mi hermano se acercó.
-Dijimos que nada de magia, Gen. No podemos jugar si siempre llevas la ventaja -se sentó conmigo, con las manos apoyadas en el pasto para poder extender sus piernas.
-De acuerdo, lo siento -apunté hacia la pelota con la mano extendida-. Phasmatos Motus.
El objeto voló hasta el regazo de Stefan, donde él lo sostuvo con una sonrisa divertida.
-Es verdad que puedes ser muy útil, no lo negaré.
-Ay, qué cansada estoy -gemí echándome de espaldas en el césped. Mi madre se enfadaría en cuanto me viera sucia, pero no me importaba. Siempre estaba enfadada conmigo, de todos modos.
-¿Por qué estás tan exhausta? No has usado tus poderes en exceso.
-Pero corrí -cerré los ojos intentando controlar mi respiración-. Tal vez tengo poderes, pero soy tan poco atlética que nunca te ganaría si no los tuviera.
El sol me daba de pleno en la cara y una sombra lo cubrió de repente. Cuando abrí los ojos, la mano de Stefan estaba bloqueando los rayos del sol.
-Sigues siendo una tramposa, Genie.
Reí a sus palabras. El momento no me duró mucho, porque alguien gritó mi nombre. Me puse de pie con un salto, viendo a mi padre avanzar hacia nosotros con largas zancadas. Sacudí las hojas de mi vestido y Stefan se puso erguido como un palo.
-Padre -saludó, todo formal. Papá le dedicó un rápido asentimiento y se volvió hacia mí.
-Te he estado buscando, Genevieve. Debes venir conmigo.
Sabía a dónde quería llevarme. Papá nunca me buscaba ni salía conmigo para pasar el rato, siempre era para que yo practicara insaciablemente.
