AGRIDULCE:
Seguimos la historia de Michael, quien se ganó el puesto de bully en su último año de primaria. Pero un día, conoce a una niña que lo hace cambiar la perspectiva de las cosas, atrayendo consigo sensaciones nuevas, como también olvidadas...
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En uno de los tantos salones de sexto grado, el profesor había faltado y el salón era un descontrol. Todos se encontraban jugando, gritando, o saliéndose del salon. Por otro lado, Michael estaba echado en su lugar, normalmente estaría paseándose por allí, junto a Gabriel o Brian, pero no tenía ganas. Estaba muerto de sueño y a causa del excesivo ruido, le era imposible al menos descansar los ojos.
Tenía la mitad de su cara pegada a su mesa mientras rallaba perezosamente una hoja blanca. Delante suyo, Jeremy y Susie estaban sentados juntos, platicando entre ellos. O bueno, más bien era Susie hablando hasta por los codos y Jeremy se limitaba a oírla.
──¡Sin querer cerré la tapa del piano sobre los dedos de mi maestro! ──contó la rubia, con una expresión despavorida──. Creo que seguiré yendo por los próximos dos años... ──se lamentó.
──Oye, pero ya eres bastante buena en el piano. No creo que necesites practicar más ──Jeremy quiso animarla.
──Mi maestro no opina lo mismo... Dice que me distraigo mucho.
Desvió la mirada, desganada, pero al ver la expresión adormilada y agotada de Michael, cambio de cara a una curiosa.
──Hey, Mikey, ¿qué te pasa?
El castaño cerró fuerte sus ojos por un momento, girando su mirada perezosa hacia su amiga.
──Nada, solo que he estado durmiendo muy tarde estos días.
──Me gustaría creer que es porque te desvelas estudiando ──Jeremy se burló un poco.
Michael sacudió la cabeza, despejando la pesadumbre sobre sus párpados para no quedarse dormido.
──Ugh, no ──resopló, poniéndose derecho──. He estado ayudando a mi padre con los preparativos de la inauguración del restaurante, y eso. Estoy cansado.
Ambos rubios se miraron, compartiendo la curiosidad por el misterioso proyecto del padre de Michael, del cual ni ellos sabían en qué consistía. Es decir, era un restaurante. Pero el señor William se había encargado de anunciarlo como un espectáculo único.
──Bueno, siempre estamos dispuestos a ayudar... ──Susie sugirió, arrimando una sonrisa.
──No ──respondió, y su sonrisa cayó como roca en el aire.
──Maldito.
Ver a Michael aburrido y cansado, dejó a Jeremy pensando.
──¿Estás libre está tarde?
──¿Hoy? Sí, hasta las cuatro.
Sonrió levemente, acercándose un poco más al banco de Michael, atrayendo a Susie para hablar entre ellos, porque apenas se podían entender con todo el ambiente ruidoso.
