Unidos por el destino.

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Epílogo.


*Chrystal*


Habíamos vuelto a empezar. Estreché su mano, ante los ojos desorbitados de Mitchy, que realmente no podía creer mi manera de comportarme.

No sabía con exactitud qué hacer. Ni siquiera me imaginaba la razón del por qué todo había retrocedido. El tiempo simplemente volvió para atrás.

¿De verdad todo fue un sueño?

Para lo que a mí concierne, lo vivido, pasó. Fue real.

Muy real.


El día en el colegio estuvo pesado. Yo ojeaba en cuanto podía a Ishmael, buscando en sus ojos, alguna señal de que me recordaba. Pero no fue así. Mi Ishmael se encontraba tal cual lo había conocido. Aunque esta vez fui yo la que lo puso nervioso. Ya que su mirada esquivaba en ocasiones a la mía. Era obvio que yo lo examinaba demasiado y Mitchy empezó con sus preguntas.

—¿Pasa algo?

La miré e hice una pausa. Quería saber si algo de lo que pasó fue real y lo iba a descubrir en este preciso momento.

—Ishmael Harry's— Susurré— ¿Por qué nunca me hablaste de él?

—¿De quién?— Preguntó sorprendida.

—De tu primo.

Sus ojos parecieron saltar de su rostro. Su expresión me causó risa. Entonces lo entendí.

Mi "sueño" había sido real, o eso pensaba.

—Yo... ¿Cómo lo sabes?

—Lo intuí— Contesté en un murmullo.

—¿Lo intuiste?— Me miró con expresión de "Ajá, claro cómo no".

Iba a contestarle. Pero un escalofrío muy familiar, comenzó a hacerse presente.

Me puse en pie y pedí a la profesora ir al baño. Algo me decía que tenía que salir. Caminé hasta el pasillo que conectaba al mismo. Y me recosté sobre la pared, respirando profundamente, mientras cerraba mis ojos y agarraba mi cabeza. No lo entendía hasta ese momento.

—Chrystal— Escuché en mi mente y su voz, me hizo reaccionar. Abrí mis ojos y ahí se encontraban ellos.

Marco y Maite.

Sonreí como tonta y me acerqué a ellos.

—¿Qué hacen acá?— Mi voz resonó en las paredes.

Llevaron un dedo a sus labios en forma de silencio.

—No hables, alguien puede escucharte. Comunicate con nosotros telepáticamente— Me previno Maite.

Observé a mis alrededores y asentí. Todo estaba desierto y en silencio. Ya que todos se encontraban en clases. Pero siempre había algún profesor vigilando los pasillos, o en busca de algo, como el registro de nombres, por ejemplo.

—Mejor vayamos al edificio viejo— Dije en mi mente.

Desaparecieron y yo prácticamente corrí al lugar. Tuve que hacerlo en puntitas de pie, para no ser detectada y arrastrada nuevamente al salón. Pasé por varias aulas, rogando al cielo que nadie saliera justo en ese momento. Hasta que llegué a la antigua construcción, en la parte trasera de la institución. Seguía igual que en aquella oportunidad que la vi. Caminé creando pequeños ruidos sobre el piso de roble desgastado. Aquel olor a humedad llenó mis pulmones, y respiré profundo. Recordando ese aroma tan peculiar.

Voces SepultadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora