141. Steve Rogers

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- ¿Qué haces aquí dentro? - le pregunté cerrando la puerta a mi espalda - Te he estado buscando por todas partes. Sales en diez minutos, ¿lo recuerdas?

- Claro que sí.

- Oye, ¿qué ocurre?

- Nada todo es genial, es sólo que... - la sonrisa desapareció de su rostro y suspiró - No quiero decepcionar a nadie, ser el Capitán América es una gran responsabilidad.

 - la sonrisa desapareció de su rostro y suspiró - No quiero decepcionar a nadie, ser el Capitán América es una gran responsabilidad

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- Y lo estás haciendo de maravilla. No llevas ni un mes con el escudo, relájate. Sonríe y todo irá bien.

- Cuando lo dices tú parece muy fácil.

- Aunque, a lo mejor, antes de empezar a acabar con los nazis, deberías aprender a atarte la corbata - no pude evitar reírme.

- Bucky me ha dicho que estaba bien - miró hacia abajo para tratar de recolocarsela.

- Y, ¿de verdad que te has fiado de mi hermano? Anda déjame.

Acorté un poco el espacio entre los dos y le deshice y volví a hacer la corbata. Durante todo el proceso mis ojos estuvieron fijos en el pecho de Steve, sin embargo, podía ver perfectamente que él no apartó la mirada de mi rostro ni un segundo.

- Ahora sí - le pasé las manos por la chaqueta para esconder cualquier arruga que pudiera haber.

Sentí de repente la mano de Steve sobre mi brazo y empezó a dibujar círculos con su pulgar. Las manos se me congelaron en su pecho y subí la mirada para poder verle los ojos. Un calor me recorrió de pies a cabeza, pero este no era el momento ni el lugar. Tragué saliva.

- ¿Estás listo?

- Creo que sí. ¿Estarás cerca por si necesito refuerzos?

- Por supuesto.

Pareció vacilar entre lanzarse o no pero no hizo falta pensar demasiado, un aporreo en la puerta terminó de decidir por él.

- Steve, tus admiradores se están impacientando - la voz de Bucky sonó desde el otro lado.

- Salgo ya - le respondió el rubio y ambos nos separamos.

- Suerte - le deseé.

- Gracias. Cuando termine todo esto, ¿te gustaría ir a tomar algo conmigo?

- Estarás demasiado ocupado con todas las señoritas que conocerás ahora.

- Créeme que no. ¿Entonces?

Asentí, y con esa confirmación Steve abrió la puerta y salió con una sonrisa en los labios.

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