XX

555 123 19
                                    

Para cuando llega el lunes, Kaminari ha podido recuperar parte de su tiempo libre y las ojeras que le acompañaban desde hace tanto han desaparecido en su mayoría. Cuando entra en el aula y sus ojos chocan directamente con los de Eri, su corazón late con violencia y el calor se concentra en sus mejillas.

Está nervioso, como si hubiera hecho algo que no debería. Lo cual es una estupidez porque, ¿cómo iba a saber Eri que a él le gustaba (o, más bien, le llamaba la atención) su hermano mayor? Bien, a lo mejor empezar a admitir ese hecho no era bueno.

En el fondo del aula, los chicos y chicas se encuentran divididos en dos círculos muy separados entre sí que le hacen levantar las cejas con curiosidad. Kaminari deja su maletín en la mesa y se acerca sigilosamente al de las chicas, agachándose a sus alturas y hablando en el mismo tono bajo que ellas utilizan.

—¿Qué ocurre por aquí? —pregunta con una sonrisa, haciendo que rápidamente todas sus alumnas levanten la mirada y echen un rápido vistazo a los chicos, que están mirándoles con recelo desde el otro extremo del aula.

Kaminari cree que deben estar sopesando la idea de dejarle entrar en el grupito por ser un chico, pero mágicamente parece que entre ellas acuerdan que, como profesor, Denki es neutral.

—Kenta le ha dicho a Hana que está enamorado de ella —explica una de las chicas en un susurro, como si le estuviera contando el mayor secreto de estado.

Oh. —Kaminari tose un par de veces al darse cuenta de que esperan una contestación más larga que una simple exclamación —¿Y qué hay con eso?

Las chicas abren sus ojos con sorpresa.

—¡Pues que eso no puede ser porque a Yuki le gusta Kenta, sensei!

Oh. —las chicas le fulminan con la mirada al instante. —Perdón, perdón. Es que no me lo esperaba. Entonces... ¿estáis preocupadas porque a Yuki le gusta Kenta, pero Kenta le ha dicho a Hana que le gusta ella? ¿Qué opina Hana de todo esto?

La nombrada se encoge de hombros cuando le mira.

—A mí me da igual, solo quiero que no haya problemas entre nosotros.

—¿Problemas?

—Yuki y yo somos mejores amigos... y no me ha hablado desde entonces.

Oh.

Las chicas suspiran al unísono como si fuera un caso perdido.

—En serio, sensei... si va a seguir así, mejor váyase con los chicos.

Kaminari lleva una mano a su pecho porque esas palabras le han atravesado como una daga ardiendo, pero rápidamente se recompone y se levanta, dirigiéndose a las chicas en un tono lo bastante alto como para el resto de la clase los escuche.

—Bueno, entiendo que estéis tan rebotadas con todo lo sucedido, pero yo realmente tengo que comenzar mi clase —con una sonrisa, Kaminari se encoge de hombros—. Solo os diré que los problemas se solucionan hablando de ellos, no tiene sentido especular sin fundamento. Hablando es como nos entendemos entre nosotros y, además, es la única forma de poder transmitir lo que sentimos. ¿Quiénes seríamos si juzgásemos por sentir, cuando las emociones son de las pocas cosas que escapan de nuestro control?

Kamianri sonríe satisfecho, esperando que el mensaje se haya transmitido con claridad.

Los involucrados en el asunto deberían resolver el pequeño problema entre ellos. Si Yuki quería enfadarse o no con Hana, era decisión suya, aunque Kaminari sabía que el pobre estaría una temporada algo decaído por la noticia.

No puedes obligar a alguien a que se enamore de ti, por lo que no tenía sentido enfocar cualquier decepción en el enfado, aunque a veces arroparse en él consolara un corazón roto.

Kaminari sigue con su pose orgullosa en medio del aula, bajo todas las miradas silenciosas, cuando una suave voz le hace salir de su pequeño minuto de protagonismo.

—¿Sensei? —dice Eri.

—¿Sí?

—Tiene la bragueta abierta. 

Una Mente Brillante | ShinkamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora