Una Mente Brillante | Shinkami

I

Compartir un espacio tan pequeño con tantos niños puede hacer muchas cosas en una persona. Por ejemplo: puede volverte loco o alguien paciente. Kaminari consideraba que pertenecía a un grupo intermedio: nunca perdía los nervios pero, a veces, tenía ganas de arrancarse el pelo. Y está en el medio porque... bueno, nunca lo hacía.

Convivir con tantas personitas también te hace alguien muy perceptivo. Él casi no lo nota, pero solo le bastan algunas horas de clase para hacerse una ligera idea de cómo es cada niño que ahora se encuentra en su tutoría.

Una rápida ojeada a las redacciones que les ha encargado (las típicas en las que cada uno escribe sus aficiones y gustos), es la guinda del pastel a esa primera impresión que tendrá de ellos. Por ello, a medida que los chicos y chicas le entregan los folios, él lee por encima las respuestas. Es una actividad muy común que todos suelen hacer el primer día de colegio que también sirve como primera toma de contacto.

Kaminari descubre que a casi todas las chicas les gustan los gatos y que muchos niños son bastante aficionados a los videojuegos. Hay un alumno que baila ballet (a Kaminari se le escapa una sonrisa de orgullo) y una alumna que quiere convertirse en jugadora de fútbol profesional. Otros muchos practican algún instrumento y hay unas seis personas que quieren estudiar Bellas Artes.

Denki lo lee todo con una sonrisa pero, cuando la última persona que queda por entregar su cuestionario se lo da, su ceño se arruga al ver algunas partes en blanco.

—Eri, ¿por qué no has escrito nada en "Cosas que no me gustan"? —pregunta curioso, enseñándole a la chica su papel.

Ella le mira en silencio con sus penetrantes ojos rojizos y, cree Denki, incluso con una casi imperceptible mueca de desagrado.

—Porque no tendría espacio suficiente para poner todo lo que odio —responde con simpleza volviendo a su sitio.