Una Mente Brillante | Shinkami

XVI

Desde que era pequeño, Kaminari ha sentido especial miedo por todo tipo de cosas y seres, ya fueran ficticios o no.

A los 5 años, le aterraba la idea de que un montón de personas pequeñitas ayudaran a "Santa Claus" a construir esos regalos que repartía a los nos buenos, y pasaba la noche de Navidad llorando y suplicando que ninguno se colara por su chimenea.

A sus diez años, las tormentas le mantenían con los ojos abiertos y el corazón en un puño. Las odiaba. Le aterraban. Le hacían pensar en lo pequeño que era, en lo frágil que se sentía y en todo lo que escapaba de sus manos.

A sus doce años le daban miedo algunas personas. Había un par de matones en su clase y él se esforzaba por hacerse pasar por alguien cool para que no le molestaran. Le daba miedo ser marginado.

A sus quince años, menos pendiente de lo que pensara la gente sobre él y más libre, se topó con otro gran muro. Debido al divorcio de sus padres se mudó de ciudad y empezó el curso en una preparatoria nueva donde conoció a muchos de los amigos que conserva hoy día. Y también donde descubrió que quería ser docente.

Por aquel entonces era charlatán, risueño, torpe y algo vago. No era el mejor, pero tampoco se machacaba por ello. Sin embargo, y esto es algo que aprendería por las malas, a veces hay profesores que la toman con algún alumno en concreto sin especial razón.

Y el temor de ir a clase se añadiría poco a poco a su larga lista de miedos.

Ahora, sin embargo, dejando atrás cualquier posible trauma del pasado, Kaminari solo tiene una cosa en mente que le haga temblar hasta los huesos:
los padres de sus alumnos, que le miran como si quisieran desgarrarle el cuello ahí mismo.

La reunión de padres ha estallado, y Kaminari solo sonríe escuchando (o más bien, intentando distinguir lo que le dicen ya que todos hablan a la vez) mientras intenta que no se note que están consiguiendo romper la poca confianza en sí mismo que tiene.

-¿De quién fue la idea del bicho ese? -espeta una mujer tapando su nariz con un pañuelo de tela -Es antihigiénico tener un animal en el aula.

En realidad, el animal y su casa estaban más limpitos que muchas personas.

-¿Es cierto que no ayudó a Yuki cuando casi se desangra sobre su pupitre?

Yuki no se estaba «desangrando» como tal, pero él hizo lo mejor que pudo en ese momento.

-¿Por qué mi hija lleva suspendiendo inglés un mes entero pese a estudiar día y noche y de repente llega a casa con un sobresaliente porque "usted les ha ayudado" en una materia que ni siquiera le corresponde? ¿Acaso está jugando con la nota de nuestros hijos?

Denki muerde su lengua y procede a intentar responder con toda la tranquilidad del mundo. Son padres que aman a sus hijos y le perciben como alguien hostil, aunque él se haya esforzado por dar lo mejor de sí.

Mientras explica el avance de la clase, los beneficios del animal para la convivencia y se disculpa por su lenta reacción en el accidente de Yuki, solo puede pensar en sí estaría haciendo realmente bien su trabajo. Después de todo, intentarlo no era siempre suficiente.

Para cuando los padres salen por la puerta y una única silueta se queda al fondo del aula, Kaminari se acerca a paso lento percatándose de que el hermano de Eri está mirando atentamente a la mascota de la clase.

Más bien, examinándola. Kaminari, entonces, recuerda el pequeño detalle (uno que ha escuchado salir de los labios de la propia Eri) de que el chico que tiene delante no solo es veterinario, sino que trabaja con una protectora de animales.

-Parece muy contento, y sano -le dice al notarlo a su lado, haciendo que Denki de un brinco porque desde un primer momento le estaba mirando a él, no al conejo. -Me alegra.

Kaminai mira al conejo y después vuelve a mirarle a él, sin saber qué decir. A su lado, en el aula vacía y silenciosa, es como si toda la tensión de la reunión se hubiera esfumado.

-Sí... Alvin es un tío fuerte.

Ronca.

La risa de Hitoshi Shinso es ronca.

Kaminari le observa taparse la boca mientras ríe y nota el calor extenderse por sus mejillas como un fuego de verano quemando todo a su paso.