XXVII

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Mina se ha perdido entre la multitud casi tan pronto como pusieron un pie en el local, y Kaminari ni se ha molestado en buscarla. Como Sero tenía trabajo esa noche, han salido los dos juntos, así que la desaparición de Mina entre un montón de gente borracha y sus pocas ganas de fiesta auguraban una noche solitaria entre alcohol y suspiros.

Kaminari ni siquiera recordaba la última vez que había pisado un sitio así y, aunque en un principio creyó que ya estaría algo mayor para ese tipo de ambientes, los recientes acontecimientos le han demostrado que no era el caso.

Él, como es obvio, se ha deslizado hacia la barra, donde se ha sentado en un taburete durante los últimos 20 minutos a beber un par de copas en tiempo récord. Ha hablado un par de minutos con un camarero al que creía tener en el bote, pero cuando el tipo ha mencionado a su novia, toda esperanza se ha ido por el desagüe.

—Invita el chico de aquella mesa —le informa una de las camareras al tiempo que le sirve un nuevo trago.

Kaminari alza las cejas y dirige su vista hacia la mesa que le señala, topándose con un sujeto muy interesante.

La persona que le ha pagado ese trago frunce el ceño cuando coinciden miradas y Kaminari no solo se fija en el delineado negro de sus ojos que vuelven su mirada mucho más fiera, sino en la forma en la que su postura delata una personalidad explosiva. No está sentado solo, pero Kaminari ni se molesta en mirar al resto de personas que lo acompañan.

"Bingo", piensa el rubio para sí, bebiéndose el alcohol de un trago antes de levantarse y dirigirse hacia su mesa.

En su camino un par de personas se cruzan en su trayectoria y él los rechaza amablemente, pero no es hasta que un adolescente (joder, piensa el rubio, ¿cómo dejaban a menores entrar en ese esos lugares?) lo hace que su paciencia se acaba y solo levanta una mano para impedirle hablar y soltar un "soy muy mayor para ti" antes de retomar su camino y dejar al menor a sus espaldas con las mejillas rojas por la vergüenza.

—Hey, gracias por... la copa —dice cuando llega a la mesa del misterioso desconocido, intentando parecer más seguro de lo que se siente y rezando para que su inseguridad no espante a su posible ligue.

El desconocido frunce el ceño al mirarle.

—No he sido yo, imbécil —le escupe como si nada.

Kaminari ya siente el calor de la vergüenza subir por su cuello cuando el desconocido rueda los ojos y le fulmina con la mirada, pasando un brazo sobre los hombros del chico pelirrojo que tiene a su lado, atrayéndolo hacía sí posesivamente mientras Kaminari se siente como el mayor idiota en la faz de la tierra.

—Fue nuestro amigo —aclara el pelirrojo con una sonrisa amable para intentar suavizar el horrible bochorno que empezaba a reflejarse en el rostro de Kaminari, como si ese dato hiciera la situación menos violenta.

Kaminari, de hecho, ya está dispuesto a dar un paso hacia atrás para huir de ese lugar y no volver a pisarlo nunca más cuando una voz a sus espaldas le hace quedarse paralizado en el sitio.

—Los baños de este lugar están asquerosos, joder —empieza a decir Shinso al pasar por su lado, aún sin percatarse de su presencia y dirigiéndose a las personas sentadas en esa misma mesa—. Y os lo dice alguien que cambió los pañales de su hermana durante años.

Una Mente Brillante | ShinkamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora