III

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Kaminari frunce el ceño como pocas veces hace y está revisando, calculadora en mano, los ejercicios que la chica le ha entregado. Tan solo llevan dos semanas de clases, pero ha descubierto recientemente algo que le ha dejado descolodado: no ha cometido, en todos lo que lleva hechos, ni un solo error de cálculos Pero la razón de su interés no es esa, sino que los ejercicios que revisa son los mismos que le dio el día anterior por equivocación. Y son, de hecho, unos problemas de cursos más avanzados.

Eri, que está sentada a su lado, mueve las piernas que no le llegan al suelo. Están en la cafetería. Kaminari todavía no ha tenido la oportunidad de acercarse mucho al resto de sus compañeros de trabajo, por lo que suele sentarse solo en el comedor. Y, aprovechando que no tenía mucho apetito, es cuando se ha puesto a corregir la tarea de la chica. 

—¿Puedo irme ya a jugar? —pregunta Eri a su costado.

kaminari vuelve a poner un tick en el problema que acaba de corregir y se gira hacia ella como percantándose de que está a su lado, cuando literalmente ha sido él mismo el que le ha llamado. De fondo, se escucha el continuo bullicio del resto de alumnos. 

--Oye, Eri--le dice, seriamente--, esto es una pregunta un tanto violenta, pero, ¿te han ayudado tus padres con estos ejercicios. 

La mueca de la menor se torna por unos segundos en una de verdadera ofensa. Denki siente el calor en sus orejas por estar siendo recriminado de esa forma silenciosa. 

--Siento si te he ofendido. 

La chica no le responde y se cruza de brazos. 

Con cuidado de no derramar su taza de café que descansa entre ambos, le entrega un folio nuevo y le pide que resuelva el ejercicio antes de irse a jugar. Y ella, silenciosa, le hace caso. Denki piensa que tardará un rato en resolverlo, por lo que vuelve la vista a sus correcciones. Sin embargo, apenas pasan dos minutos antes de que la hoja le sea devuelta. Eri desaparece de su vista al segundo.

Frotando su barbilla, Kaminari alcanza la hoja resuelta, revisando los cálculos. Escucha algunas risitas a su alrededor, pero simplemente las ignora y estira el brazo para alcanzar su taza de café y llevársela a los labios. Aun así, tan pronto como el líquido toca su lengua, Denki lo escupe tosiendo. 

Las risas aumentan. Ahora, incluso el resto de profesores le miran con burla. Rojo del bochorno, busca a su pequeña alumna entre el bullicio del comedor, encontrándola entre la gente con una sonrisa triunfante en el rostro y alzando un salero medio vacío.

Muy en el fondo, Kaminari piensa que se lo ha merecido.

Una Mente Brillante | ShinkamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora