Peridot caminaba detrás de Lazuli por aquella ciudad.
Las personas apenas estaban regresando a sus casas y departamentos.
La gente las miraba, y la rubia no sabía si era por admiración o enojo, pero no era algo que importara en ese momento.
Lapis Lazuli se había ofrecido a avisar a los familiares de Jasper sobre su muerte, a pesar de que White dijo que mandaría a alguien de su parte a comunicar el hecho. Lazuli insistió, como si quisiera pagar una condena que no le correspondía. Peridot se ofreció a acompañarla, pues no quería dejarla sola en ese momento.
La peliazul quería encogerse, desaparecer, sentía la mirada de los habitantes y lo odiaba. Sentía que en cualquier momento la juzgarían, que reclamarían por los daños causados.
Se sentía expuesta, vulnerable.
Levantó la vista y miró hacia los rótulos de calle, estaba buscando una en específico, en donde se ubicaba el edificio de departamentos en donde habitaban Malachite y su abuela.
Peridot aún iba detrás de ella, siguiendo su camino.
El corto cabello de la ojiazul era arrastrado por el frágil viento.
La había visto tambalearse un par de veces.
«¿Por qué insistió en comunicar lo que ocurrió?»
Bajó su mirada, recordando algo que había visto el día después de la fogata. Caminando por la playa junto a Garnet, ambas se detuvieron al ver una escena a unos metros. Lo tenía tan claro en sus memorias; aquellas manos tocándose, sus rostros tan cerca. Y la mirada serena de Lazuli. Lo que sintió en ese momento fue raro, inesperado e incómodo en el fondo. Pero no sabía por qué, sabiendo lo bella que era su compañera y lo interesante que resultaba, no debía extrañarle que tuviera un par de pretendientes. Aún así, cuando los vio tan juntos, su pecho dolió como nunca antes lo había hecho. Al final no se besaron, pero desde entonces se quedó con la idea de que había algo entre Jasper y Lapis. Y ahora que el piloto del Sextans había muerto, Lazuli se veía más que devastada.
«¿Se enamoró de él?»
Lapis Lazuli enamorada.
En realidad, no se imaginaba verla actuando tan melosa o algo así. Lo que estaba claro es que era algo que no pudo ser. No con ese triste destino.
La peliazul continuaba caminando, tratando de controlar su respiración.
Dió vuelta en una esquina y su corazón se aceleró al ver a la pequeña rubia de la mano de una mujer de al menos cincuenta años. Se quedó de pie en el mismo lugar, viéndolas mientras sus cejas se arrugaban.
Y aunque al final siempre encontraba valor, todas y cada una de esas veces deseó que hubiese sido porque quería hacerlo. Estaba cansada de actuar por miedo y obligación.
La ojiverde permaneció en el mismo lugar, viendo a la peliazul avanzar hacia ellas.
Peridot se abrazó a sí misma cuando Lapis se detuvo. Supo que les estaba comunicando lo que había pasado, pues sus expresiones cambiaron drásticamente. Entonces un recuerdo vino a ella una vez más. Ese día, en el Centro Espacial, cuando el Eridani-77 se convirtió en una bola de fuego. Cerró sus ojos, se abrazó con más fuerza. El dolor naciente la hizo ignorar que estaba ahí para acompañar a Lazuli.
La peliazul miró a la niña llorando, sintiendo como si la golpearan con fuerza en el pecho. Pronto le resultaría imposible aguantarse las lágrimas.
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Aestellum | Lapidot
Science FictionCasi a finales del siglo XXVI, la raza humana es atacada de manera definitiva por monstruos de origen desconocido. Nadie se queda de brazos cruzados, así que se retoma el proyecto Streiter, en donde un grupo de jóvenes son requeridos para pilotar a...