Capítulo 24: No te odio

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     —¡Felicidades! —el profesor del primer grado de primaria le entregó un diploma.

     Peridot lo recibió con emoción, mostrando una gran sonrisa.

     —Toda una genio, igual que su padre —aquella maestra de quinto grado la felicitó al ver su proyecto final.

     La rubia acomodó su cabello, sonriendo ligeramente.

     —Naciste para destacar —su papá miró hacia el cielo—. Nunca lo dudes.

     La adolescente suspiró, viendo hacia las estrellas también.

     —Gracias, papá.




🌠🌟




     Miraba hacia el techo, los ojos le ardían. Estaba dolorida por haber pasado horas así, pero tampoco es como si quisiera —o debiera— levantarse. El día anterior pudo salir del hospital, pero aún tenía que estar en reposo. Aún así, los doctores no sabían qué indicaciones darle porque su caso era demasiado extraño. Nadie podía sobrevivir a algo como lo que le pasó, y mucho menos sanar tan rápido. De todos modos tenía que descansar. La habían trasladado a su habitación y su madre la había visitado un par de veces en sus ratos libres. Blue Míorúilt la había cubierto en sus pendientes más importantes.

     Se sentía como una carga, no podía hacer muchas cosas por su cuenta y odiaba tener tanto tiempo libre para pasársela vagando de un pensamiento horrible a otro.

     «Fallé.»

     Sus ojos se llenaron de lágrimas y suspiró con dolor.

     Peridot descubrió su dilema unos meses atrás, aunque la verdad es que siempre lo supo. Simplemente dejó de negarlo. Descubrió que era… patética. Ese es el adjetivo que más se acomodaba.

     —No seas cruel contigo misma.

     Ella nació en un ambiente que muchos habrían deseado. Con dos padres que se amaban, que le brindaron una familia unida y estable. Nació entre lujos, nunca le faltó absolutamente nada. Sus primeros años fueron buenos, la llenaron de amor y de todo lo que un niño podría desear. Aunque estuvo con niñeras cierto tiempo, sus padres siempre le demostraron amor. Fue inteligente desde pequeña, mostró interés por construir y reparar objetos. Desde el preescolar los profesores daban buenos comentarios de ella a sus padres. En la escuela siempre estuvo en el cuadro de honor, y a pesar de que los otros niños la llamaban nerd y aburrida, solía dejar de lado las burlas de sus compañeros. Prefería concentrarse en los halagos de los adultos. La enaltecían. La hacían sentir superior.

     —Quieres que te alaben.

     En su infancia y pubertad se la pasó sintiendo que podía hacer de todo, que tenía muchas capacidades y era importante. Y más porque sus propios padres la apoyaban y le recordaban que era una genio.

     Cuando se sentía superior la tristeza se iba, al menos por un momento. Había algo, no sabía qué, que en el fondo siempre la hacía sentir triste. Tal vez todos se sentían así, tal vez todos pasaban por eso. Esa sensación de que te falta algo, de que siempre te va a faltar algo. Pero ella seguía buscando hacer de todo para sentir que era lo suficiente.

     La adolescencia fue cruel con ella, al igual que con todos. No solo fueron los cambios relacionados a esa etapa, también una pérdida; su padre murió cuando ella tenía quince años.

     Fue un milagro que no abandonara la universidad, a la que apenas había entrado porque la habían saltado un par de grados. Por un tiempo estudió sin ganas, solo por hacerlo, y era peor porque los profesores solo la veían como la pobre hija del científico fallecido.

Aestellum | LapidotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora