Peridot terminó de sellar aquella caja y la tomó, llevándola hasta el hombre que se encontraba en la puerta.
—Solo algo más —le dijo al joven.
Fue hasta su habitación y tomó el transportador para mascotas, dejándolo en la cama.
—¡Pumpkin!
El zorro anaranjado salió debajo de la cama. La rubia se agachó y lo cargó, presionando una parte en el cuello del cánido. Una vez que lo vio en reposo, abrió la puertita y lo dejó dentro, cerrando nuevamente. Tomó el transportador y salió de su cuarto, caminando a través de la sala hasta llegar a la entrada.
—Ahora sí, es todo —se lo entregó al joven—. Por favor, sea cuidadoso.
Él asintió y se retiró.
Peridot se quedó bajo el marco de la puerta y dio un largo suspiro. Aún no le gustaba la idea de cambiarse a la otra base, había estado ahí incluso antes de que esa fuera usada para las actividades específicas de la second generation.
Se dio la vuelta y entró de nuevo. Repasó en su mente; ya se había despedido de sus compañeros del departamento de tecnología, de Aquamarine, de las pilotos, y le había pedido de favor a Topaz que se hiciera cargo del invernadero o que buscara alguien que lo cuidara. Le entristecía la idea de abandonar sus plantas, pero por ahora no tenía elección.
Tomó la llave del departamento, estaba lista para irse.
Mientras bajaba por el ascensor, recordó el día anterior. Cuando al fin pudo hablar con Lazuli. A pesar de todo, le alegró saber que confiaba en ella. Aunque aún no sabía cómo sentirse a un par de cosas que mencionó acerca de Jasper. Su duda del enamoramiento se resolvió pronto. Lo que sí sabía era lo mucho que le había dolido haberla visto llorar; la había visto triste, seria, apagada, pero jamás llorando.
Recordó entonces, que antes de verla tan rota, Lapis la había abrazado. Y ella le correspondió, no le resultó desagradable y eso era extraño. Ella nunca fue una persona de mucho contacto físico o de demostrar cariño a montones, a veces la llamaban fría o amargada. Aún así, el día anterior se había olvidado de todo eso, solo quiso hacerle sentir a Lazuli que estaba ahí para apoyarla. Sabía lo que era perder a alguien cercano, por eso no quería que se sintiera sola. Nadie merece sentirse abandonado en un duelo como ese.
Lo que hizo después de salir del ascensor fue dirigirse a la recepción para entregar la llave. Después se encaminó al hangar de Pléyone. En todo el trayecto fue pensando en cómo sería volver a interactuar con los otros pilotos, sobre todo sabiendo que estaban sensibles por el último evento. Intentaría ser amable, por supuesto, pero aún le asustaba no ser lo suficientemente empática.
Cuando llegó al pasillo que llevaba a la sala del hangar de su Streiter, vio a Lazuli recargada en la pared frente a la puerta. Se abrazaba a sí misma mientras veía hacia el suelo.
La rubia caminó lentamente hasta quedar cerca de ella.
—Ey…
—Es hora de irnos —Lapis levantó el rostro y la miró muy apenas.
Lapis veía a Pléyone desde el centro de control de la nueva cámara del robot. Un par de personas se encontraban haciendo revisiones. Peridot estaba junto a ella, tampoco decía nada.
Las puertas del lugar se abrieron, ambas voltearon a ver. Alexandrite entró con algo de prisa.
—Lamento no haber estado aquí a tiempo, la base es un desastre debido a los últimos incidentes —se disculpó—. Además tuve que atender una videollamada, la base Tycho entró en operaciones recientemente —se escuchaba agitada.
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Aestellum | Lapidot
Science FictionCasi a finales del siglo XXVI, la raza humana es atacada de manera definitiva por monstruos de origen desconocido. Nadie se queda de brazos cruzados, así que se retoma el proyecto Streiter, en donde un grupo de jóvenes son requeridos para pilotar a...