Salado

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Parecía ser como si fuera ayer.

¿Y cómo no recordarlo? Si se quedó a dormir en casa de Hee por tres días. La primera vez, después de mucho tiempo.

Hace dos semanas salieron y tuvieron conversaciones típicas. Ninguna discusión, ninguna pelea, nada de nada.

Pero ya había pasado demasiado tiempo, y hoy, SungHoon era el cumpleañero.

—¡Buenos días Park! ¡Feliz Cumpleaños, que tengas un buen día!

Se había levantado con el pie derecho. Todo parecía ir bien hoy y eso esperaba.

—Gracias, igualmente.

Mientras caminaba a su oficina que estaba justo al costado de aquel rubio Park, iba agradeciendo todos los saludos que la gente le brindaba cálidamente.

—Buenos días, JongSeong.

Inició la conversación SungHoon.

—¡Hey! Aquí está el cumpleañero, el hombre que hoy recibe miradas de todos, el más guapo, ¡El increíble, incomparable, reluciente y elegante... Park SungHoon!

No era necesario. Pero saludo mientras dejaba sus cosas en su escritorio.

—¿Y esa entrada? Solo cumplo 24.

No había tenido un grande cumpleaños desde los 18—que se hizo legal—, así que, obviamente ya no sentía la misma emoción. Solo era ser felicitado, comer torta y abrir dos o tres regalos. Los únicos que le daban algo eran: Hee, Jay y su supervisor.

Ni siquiera aquel hombre para el que trabajaba; su padre, recordaba la fecha exacta de su cumpleaños.

¿Un día antes? ¿Un día después? ¿Cuál era la diferencia? Ya no lo llamaba, ya no le importaba.

—Gracias, Seong, por lo menos llegué tranquilo a mi oficina y no me crucé con algún supervisor de otra área, dios, que suerte.

Jay soltó una carcajada bastante fuerte, mientras negaba con la cabeza.

—Ese día... Perdiste como 6 horas de trabajo, ¡Diablos! ¿Quién cómo tú, Park SungHoon?

Por su aparente fama, debería recibir muchísimos regalos o ser alabado, por todo un día, pero las cosas no eran así.

Saludo y me voy. Pocos en el ambiente del trabajo parecía importarles mínimamente quién cumpliera años. Todos tenían sus propios asuntos que atender.

¿Porqué harían una fiesta para aquel hijo del dueño para el que todos trabajan? Y es que, la mayoría, ni siquiera veía una hora a la semana a aquel hombre.

SungHoon recuerda esa vez, en la que su padre vino solo a recoger unos papeles a su oficina—lugar que parecía haberse puesto solo para aparentar que había autoridad en la empresa—, saludó a los supervisores mayoritarios y se fue.

El castaño nunca mencionó a su padre. Tampoco pensaba hacerlo en el trabajo. Por que para él, los lazos familiares, no debían mezclarse con los laborales.

Le había costado bastante, ganarse un título sin que dijeran: "Es porque es hijo del CEO."

—Si, claro, ya quisiera ser yo.

Soltó, irónicamente, ante el comentario dado. El rubio mostró una sonrisa de lado y esperó que el menor se sentara, para luego el pararse.

—Te tengo un presente.

Comentó mientras sacaba debajo de su escritorio, una caja—nada decorada—, con un nombre en la tapa.

"Para: Park SungHoon."

SOUR TASTE © | 𝖧𝖾𝖾𝖧𝗈𝗈𝗇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora