Capítulo 3.

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Capítulo 3.

Tuve que ocuparme de muchas cosas durante el día, pero aun así no dejaba de pensar en lo hermosa que es Daniela, por la tarde (que tuve un momento de paz) pensaba en cualquier excusa para poder acércame a ella (y que mejor excusa que ofrecerle tu dinero cuando claramente no quiere depender de ti ¿no?) hasta que se me ocurrió ofrecerle una ayuda monetaria y la mande a llamar, después de un rato de espera entro furiosa al despacho.

-¿Qué quieres?- cuestiono molesta (ese carácter me enamora cada vez más).

-Mira te daré una…- me detuve de inmediato al verle el brazo casi morado -¿Qué te paso en el brazo?- pregunte serio y luego me percate que tenía restos de café sobre la ropa.

-Pregúntaselo al idiota que mandaste por mí, era tan urgente que me trajo casi arrastrada- dijo molesta.

-¡Toro! Busca al idiota de Juan, diviértete ya sabes que hacer- el hombre asintió y salió del lugar.

-¿Qué… qué van a hacerle?- pregunto.

-Van a darle lo que se merece, nadie tiene permiso de agredirte ni siquiera con la mirada- asegure.

-¿Por qué me has llamado?-  cuestiono (o sí, lo de mi oferta).

-A sí, quiero darte una tarjeta de crédito para que puedas comprar lo que quieras- ofrecí.

--¡Ah! Yo… lo siento, pero no la quiero- comento dejándome sin palabras ¿Cómo qué no? -Ya te dije que no quiero tu estúpido dinero, además ya tengo empleo ya no hará falta que nos mantengas e hice algunas cuentas y te deposité exactamente la mitad del dinero que nos has dado en estos diez años, solo que la transacción se retrasó y se ara por plazos- comento.

Una parte de mi enfureció, no quería que me regresara nada -Como quieras- comente, no sé por qué me irritaba que no quisiera saber nada de mí, pasé a su lado y salí del estudio para dirigirme a mi auto.

Tenía que encargarme del idiota que le hiso esos morados en el brazo personal mente.

Llegue a la vieja cabaña donde solíamos llevar a nuestros reos para sacarles información de otros grupos, cuando llegue el tipo estaba atado a una silla con el rostro empapado de sangre (parece que alguien se había divertido ya).
Me acerque a la silla y tome mi arma, coloque un cartucho nuevo y dispare dos balas en las piernas, dos balas en los brazos y dos balas a los costados del abdomen, no lo mataría de inmediato lo divertido de esto era verlo sufrir.

-Espero te pudras en el infierno maldito bastardo- le dije cerca del oído, si mis cálculos no fallaban moriría por desangramiento en unos quince minutos, los últimos segundos de vida que tenga serán los más dolorosos.

-¡Esto va para todos y lo diré una vez más! Aquel que se atreva a faltarle el respeto a la señorita Daniela o a su madre, lo acompañará a él al infierno y morirá de una forma más cruel que esta- les asegure.

Los hombres a mi alrededor asintieron y con eso salí de ese lugar, subí a la camioneta y salí como un loco por la carretera, si mis cálculos no fallaban (otra vez) Daniela saldrá de su trabajo en unos minutos, y así fue, tan pronto me estacione frente al restaurante donde trabajaba ella salió; se veía tan hermosa incluso con ese uniforme de mesera, verla así incluso podría ser mi nueva fantasía sexual, en fin, no dejaría que se fuese caminando.

Baje de golpe el cristal de la ventanilla del auto -¡Dany! ¡Hey tú! ¡Daniela!- que mujer, si seguía provocándome así me mataría (pero en el sentido que yo quiero).
-¡Quieres que use un megáfono, acaso estas sorda!- le grite una vez más.

-¿Qué quieres?- pregunto sin darme la cara.

-Llevarte a casa, que no es obvio, o es que acaso prefieres caminar medio kilómetro con ese atuendo- comente sarcástico; obviamente que se veía espectacular y no dejaría que caminara así por la calle (si, si eran mis celos hablando).

DEL DIARIO DE UN CABRON Donde viven las historias. Descúbrelo ahora