XVI

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El más lindo de los ángeles que habitaban el Reino de Allah, bajo a la tierra y reencarnó en la más hermosa mujer que mis ojos han visto. Conservó su resplandor, conservó su gracias y delicadeza.
Tomó dos de las estrellas más brillantes y las transformó en sus ojos, que cada día, brillan con la intensidad de mil soles y cuando esas estrellas me miran fijamente, puedo ver el paraíso a través de ellos.

Las hermosas alas que adornaban su espalda, han desaparecido para convertirse en sus hijos, dos hermosos hijos.
La suavidad de sus plumas se conservan en lo suave de su piel, el aroma del jardín bendito del paraíso, se encuentra en cada uno de sus cabellos, en el perfume natural que su cuerpo emana.

Las flores, no son lo suficientemente bellas si ella no las toca, no son hermosas si ella no las usa sobre sus cabellos, cabellos que podría oler toda mi vida, suaves como los pétalos de las rosas, oscuros como el hermoso cielo nocturno... ¡oh Allah! Dejastes escapar a ese ángel de tu reino y sin dificultad lo has mandado ante mi, solo para mí.

¿Que soy yo sin ese ángel? ¿Que soy yo sin sus besos? Sin sus caricias, su el dulce sonido de su voz. Sin ella, sería el príncipe más desdichado que ha existido en este amplio mundo.

Mi ángel, mi Zahra, la madre de mis dos hijos, mi compañera y mi amor, mi primer gran amor. Mujer encantadora, mujer resplandeciente y hermosa. Dueña de mis suspiros, dueña de mi corazón, ¿Que has hecho con este pobre hombre? ¿Que has hecho para tenerme de esta manera? No puedo cerrar mis ojos sin verte antes, no puedo sonreír si no es a tu lado, ya no puedo encontrar la paz cada que apareces en mis sueños y en mis más profundos pensamientos.

He buscado la tranquilidad en las aves y en las flores, cada pájaro que escuchó cantar menciona tu nombre... ¡Zahra! ¡Zahra! Las flores repiten como un coro.
Las flores y las aves, me han dicho mil veces, que lo que mi ángel me ha hecho, no tiene cura ni salvación, he abierto mi corazón y lo he mostrado a Allah y una vez más he escuchado lo que ya los pájaros me han contado.
Este pobre príncipe, es un principe enamorado.

Tu amor, Muhibbi.

Después de que los príncipes cumplieron dos años de edad, un par de meses después, Solimán había marchado a la campaña junto a su padre, el sultán Selim. Zahra mantenía el contacto con el a través de cartas, muchas cartas, donde el principe escribía aquellas bellas palabras solo para ella, nadie más.

A través de ellas, podía sentir la calidez de sus brazos, sus labios sobre los suyos y sus manos acariciar su rostro como era la costumbre de aquel príncipe.

—Mamá... ¿Papá tardará mucho?— La sultana Raziye buscaba mucho a su padre, y lo entendía, ella era muy unida a él.

—Lo extraño... Extraño a papá— Está vez su hijo Ahmed habló. Zahra acarició los cabellos de cada uno y se acercó a sus mejillas para besar cada una de estas. -Su padre regresará pronto. Allah mediante, regresará con la victoria, cuando eso pase, lo vamos a recibir con mucho amor, estaremos ahí para besar sus mejillas y abrazarlo. Se los prometo hijos míos, así será.
Ahora, ¿Quién quiere ir a ver a su hermano Murad?

-—¡Yo quiero!— ambos niños dijeron al mismo tiempo. Zahra tomó el papel de aquella carta, dejó un beso en esta y lo guardó en aquella hermosa caja que el príncipe le había regalado. Acarició aquel collar con una sonrisa.

—Mi corazón, estará esperando por ti Solimán. Estaré esperando la llegada de mi amor.— Guardó aquella caja y salió de sus aposentos tomando a casa uno de sus hijos de las manos, mientras caminaba hacia los aposentos de Gülfem, pudo ver a algunas muchachas del harem las cuales se reverenciaban ante ella y los hijos del sultán, de reojo, pudo ver aquel rostro que conocía bien.
La señorita Gülsah, que seguía teniéndolo rencor por robar su momento con el príncipe, pero Zahra solo sonrió orgullosa, después de todo, ella se encargó de que no la volviera a llamar.

—¡Sultana!— No pudo llegar hasta Gülfem, su hermano la detuvo y al verlo tan feliz, Zahra puso toda su atención hacia él.

—¿Kahzarah?

—Sultana... Hermana... Es el momento.. ella está aquí, ¡La encontraron!— al escuchar aquellas palabras, Zahra apresuró su paso llevando a sus hijos a su lado hasta llegar a la entrada del palacio, al ver a la joven que salía del carruaje su sonrisa aumento, era ella, podía reconocer el gran parecido que tenían.

—Mamá ¿Quién es?
—Mamá...— Zahra miró a Esma quien tomó a los niños para que Zahra pudiera correr hasta su hermana y abrazarla.

—¡Mahidevran!

mutawahijat aimra'a  sultán SolimánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora