XIV

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El dolor aumentaba cada vez más, como podía caminaba por los pasillos del palacio mientras se sostenía de los muros con una sola mano y la otra apretaba su vientre que dolía cada vez mas.

—¡Kahzarah! ¡Kahzarah! ¡Gülfem! !ahhh!— No había sido buena idea jugar con su hermano al escondite justo después de que ya había comenzado a sentir aquellos dolores. —¡Alteza!— avanzó cada vez más, hasta que pudo ver a los agâs que cuidaban aquella puerta, sabía dónde estaba, la recamara privada. —¡Solimán!— gritó lo más que pudo llamando la atención de los agâs los cuáles se apresuraron a tomarla en sus brazos al notar el estado de la jóven y el vestido el cual estaba mojado notoriamente. —¡Tendré a mi bebé!

Solimán miraba aquella paredes de la habitación, la puerta de esta se abrió poco tiempo después y de ella, la silueta de una de las concubinas se reflejaba en sus ojos, la muchacha hizo una reverencia ante él.

—¿Cómo te llamas?— preguntó una vez ella se levantó de la reverencia.

—Gülsah mi príncipe.— Solimán miró los cabellos claros de la concubina, antes de siquiera acariciar sus mejillas la voz de Zahra llegó a sus oídos. Al principio, pensó que solo había sido idea suya pero pocos segundos después, volvió a escucharla.

—¡Tendré a mi bebé!— Al escuchar aquello Solimán se alejó de Gülsah.

—Sal de aquí. —Dijo y salió de aquella habitación viendo cómo los agâs se llevaban a Zahra junto a Ibrahim que había llegado al escuchar a Zahra. —¡Zahra!

—Solimán...— fue lo último que dijo antes de entrar a aquella habitación donde esperaría a la doctora.

—¡Señorita vamos usted puede!— una y otra vez, el dolor que sentía aumentaba y desvanecía, una tras otra, sin siquiera darle muchos segundos para volver a hacer aquella fuerzas, las criadas limpiaban si rostro, la doctora ayudaba a sacar al bebé.

—¡Ahg! ¡no puedo! ¡No puedo!

—¡No se rinda, el bebé viene ya!— Su rostro estaba rojo, el sudor hacia ver sus cabellos empapados, cuando finalmente tuvo un momento de alivio, el llanto del bebé llegó a sus oídos. —¡Felicidades! ¡Ha dado a luz a un niño!— Su cuerpo volvió a contraerse, la doctora entregó al niño  a una de las criadas para revisar a la joven que aún seguía en labor de parto. Luego de varios minutos, un quejido dió finalizado aquel momento y el segundo llanto del bebé sonó por la habitación. —¡Es una niña señorita,  es una niña!

—Mis bebés... ¡Mis bebés!— La voz de Zahra estaba cortada, su pecho se movía de arriba abajo intentado encontrar la calma.

—debe descansar, las criadas están limpiando a los niños. Los tendrá en sus brazos pronto.

Solimán esperaba ansioso junto a Ibrahim y Kahzarah. Poco después de que escucharon el llanto, la doctora abrió la puerta e hizo una reverencia.

—Alteza, la señorita Zahra a dado a luz a un principe y a una sultana. Ambos están muy bien de salud.

—¡Grácias a Allah! ¡¿Cómo está Zahra?!

—¿Mi hermana está bien?— preguntó Kahzarah.

—Esta descansando, el parto fue difícil para ella. Su cuerpo, aún era pequeño lo que hizo que se dificultara, pero gracias a Allah todo salió bien. Allah mediante, la señorita se levantará de la cama mañana, ahora, se ha quedado dormida.

—Escucharon, la favorita del principe está bendita.  Ha dado a luz a dos hijos para él.

—un principe y una sultana. ¿Que te parece Gülsah?  Parece que la favorita hizo que el príncipe te despreciara.— las criadas decían en un tono burlón hacía aquella concubina que había regresado mucho más antes de lo esperado al harem.

—Su alteza ya me llamó una vez. Lo hará de nuevo. Pude verlo, pero ustedes, no han tenido ni la dicha de caminar por el pasillo que lleva a sus aposentos. Su favorita no podrá impedir que yo vea a su alteza.

—Puedes decir lo que quieras Gülsah, porque recién llegaste a este palacio.
Su Alteza no había llamado a más criadas, ni siquiera cuando la favorita, la sultana Zahra entró en cinta. Parece que está vez solo hizo una excepción. Pero ¿Que te hace pensar que te llamará de nuevo? La Sultana ahora estará con él.

—¿Que podrá hacer esa mujer que yo no?

—Nadie lo sabe, ella llegó a este palacio como favorita. Dicen que ni siquiera la Sultana Gülfem es tan amada como ella por su alteza. Así que deberías rendirte.

Los ojos se zahra se abrieron poco a poco, su cuerpo aún dolía, se contuvo a quejarse al ver que el principe estaba dormido junto a la cama recargando su cabeza sobre esta, Zahra sonrió un poco y acarició la mejilla de Solimán.

Se levantó de la cama para caminar con un poco de dificultad hacía aquellas cunas dónde estaban esos dos bebés.

—Hola...— dijo con voz suave aunque los bebés aún dormían. Zahra sonrió ampliamente mientas se ponía a buenas altura para ver mejor a sus hijos.
Pasó sus dedos por las mejillas de ambos, eran como suaves telas de seda, acarició sus cabecitas, blanditas y delicadas.
No podía creer que ella tuvo a esos dos niños que parecían dos ángeles. —Soy mamá...

Solimán despertó al sentir que se levantaba de la cama, no dijo nada, la observó atento, ante las acciones de zahra, su rostro se iluminó con una sonrisa, camino delicadamente hasta esta al lado de la chica y abrazarla llamando su atención.

—Son bellos... Mi Sultana, tiene esa misma presencia angelical que su madre y mi príncipe, será fuerte y valiente como su padre.— Zahra sonrió mirando Solimán. —Zahra... Mi Sultana Zahra ¿Cómo puedo agradecer está gran alegría que me has dado?

—Alteza... No me quite su amor, nunca. Estaré feliz si es así, ¿Que más podría pedir?— Solimán tomó las mejillas de la chica para dejar un beso en su frente. —¿Cómo podría dejar de amarte? La única manera de hacerlo, es que Allah nos separe, incluso, después de eso, seguramente seguiré amándote

mutawahijat aimra'a  sultán SolimánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora