Capítulo 24. Pollito.

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Durmió casi toda la tarde y cuando se despertó lo primero que hizo fue revisar su celular sintiendo cierta decepción cuando no encontró ni una sola llamada o mensaje de él, ¿podría seguir dormido o es que realmente ha olvidado la interacción ligeramente ardiente, y no tanto por la fiebre, que tuvieron?

Soltó un suspiro pesado estirándose completa para luego meterse al baño donde arregló su cabello, lavó su rostro y dientes, buscando luego a su familia, tan solo sonrió cuando encontró a madre e hija sentadas hechas burritos viendo una película mientras compartían un tazón de palomitas de maíz.

Si bien Margaret sigue de alguna manera desempleada, ha encontrado mayor paz después de lo sucedido en el banco y claro, tal como Alejandro lo había exigido, llegó a la casa de la joven un cheque con hasta los centavos que los años de laborar para la institución le proveyeron a la guapa mujer, quien temiendo alguna artimañita de parte del dueño o su familia lo cambió ahí mismo y confiando plenamente en Castle le dio hasta la ultima moneda para que el la guardará hasta que se decidieran que harían.

Claro que antes surtió la alacena, pagó lo que restaba del año del colegio de Yeona, pagó varias cuotas del jarrón que estaba pagando en partes con el dueño de la tienda de antigüedades y lo que ha quedado Castle lo tiene en una caja fuerte esperando que la mujer de gris mirada y cabello castaño claro se decida en usarlo.

—¿Qué miran? —preguntó la jovencita, bostezando ampliamente ante su hermana y sobrina quien solo se pusieron a reir.

—Esta película de super héroes que Yeona quería ver—indicó Margaret—¿cómo te sientes? Te saltaste algunas medicinas.

—Estoy bien, en realidad creo que no las necesito, quiero ver si mi cuerpo va reaccionando por su cuenta.

—¿Haciendo más fuertes tus defensas de pollitos? —preguntó su sobrina.

—Hasta que se hagan unos pollitos ninja—respondió ágil, capturando la palomita que Yeona le tiró, sacándole la lengua cuando comenzó a masticarla—¿quedaron barritas de limón para aliviar el espíritu?

Se puso a reir cuando un cojín terminó en su trasero, así que rápidamente lo regresó al rostro de su hermana mayor quien solo le tiró otra palomita que cayó en medio del escote de Meira quien se la sacudió completa comiéndosela sin apuro, logrando una reacción de asco de las dos mujeres en el sillón.

—Salidito.

Estaba dirigiéndose hacia la cocina cuando tocaron la puerta, la respiración de la joven se agitó y aquel corazón le latió como un descontrolado cerdo en el matadero, claro que pronto estaba sudando como uno, volteó a ver a su hermana quien le frunció el ceño y se puso de pie a los nuevos golpes en la puerta.

Meira soltó su cabello, se limpió los labios y alisó el suéter que usaba limpiándole las pelusas que el tiempo ha acumulado en la tela algo desteñida, arqueo ambas cejas cuando su hermana volteó a verla, después de revisar por la ventana quien era el visitante, Meira borró su sonrisa al ver a Walden en su umbral en el momento que abrieron la puerta.

—Buenas tardes señorita—saludó el hombre, Meira suspiró con decepción y solo volteó los ojos.

El elegante caballero ingresó, sacudiéndose un poco la suave brisa en su largo y fino abrigo, observó la casa humilde de Meira, una que claro le parecía de acuerdo a ellas, pero no para el quien se siempre se había sentido incomodo en aquel pequeño espacio, pero en este momento sonrió con cortesía, Yeona pauso la película viéndolo a los ojos mientras llevaba palomitas de maíz a su boca, casi como un desafió en la forma en la que trituraba la golosina.

—¿Qué haces aquí? —preguntó la joven castaña, cruzándose de brazos.

—Quería saber cómo estabas—respondió—me di cuenta que estabas enferma y que al parecer no has trabajado, te han...

La fuerza del destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora