Capítulo 12. Decisiones.

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Aquella misma noche comprendio porque su repentino cambios de humor durante el día cuando al cambiarse descubrió que su período había llegado, Meira maldecía por cuatro día de manera mensual a su cuerpo porque aquel evento no era nada agradable y todo su ser parecía confabular en declararle la guerra por no poner un hijo en su vientre.

Durmió mal aquella noche y es que cada vez que cerraba los ojos solo podía recordarse en los brazos de Alejandro, recordaba el tacto en su rostro, la manera en la que le sostuvo apenas unos dedos cuando llegaron a su casa.

Claro que Meira sentía un mal augurio en el latir de su corazón, porque estaba consciente que cualquier mal interpretación a la cortesía del enigmático hombre podría significar un desastroso desenlace.

Al comprender que no iba a poder dormir ya pasada las tres de la madrugada se puso a leer, en poco tiempo estaba sumergida en aquella historia de dos rivales que se odiaban, pero poco a poco fueron comprendiendo todo lo que tenían en común, incluyendo sus deseos de huir, uno de sus deberes como monarca, ella de sus deberes como hija.

Lloró en muchos capítulos, menstruación y amores prohibidos parecían ser muy mala combinación, envuelta en una manta hasta la cabeza salió de la habitación en búsqueda de algo para comer y continuar leyendo, pegando un brinco cuando se encontró con Margaret en la cocina, las dos solo se pusieron a reir.

—¿Qué haces despierta? —preguntó, la mujer parecía estar cocinando algo, Meira se sentó en el comedor acomodando la manta.

—Ya casi son las seis, adelanto el desayuno de Yeona para luego ayudarla a alistarse, dejar limpio lo que pueda y...

—Hoy es mi día libre—indicó Meira, viendo a su hermana con el ceño fruncido—me haré cargo de la casa y Yeona ya no necesita ayuda con alistarse, ella—guardó silencio cuando escuchó un sollozo en Margaret, se puso de pie con rapidez.

Tomándola de los hombros separó a su hermana de la cocina apagando la llama de la avena tibia que preparaba, la sentó en el comedor y con una preocupación palpable se sentó a su lado tomándole las manos.

—¿Qué sucede Maggie?

Su hermana negó con rapidez, limpiándose las lagrimas con algo de violencia, quiso huir de la mirada de Meira, se avergonzaba de ella misma, pero la castaña no le permitió moverse.

—¿Qué paso? —insistió.

—Por favor no me mires feo—Meira frunció el ceño ante esa respuesta y solo negó, sin saber que decir—hace unas tres semanas, teníamos que hacer corte e informes de la actividad del banco, sabes que me quedé varias noches por mucho más tiempo.

Meira asintió, viéndola limpiarse las lágrimas una vez más.

—Cristopher, mi jefe, fue muy amable conmigo, compró café, cena y estuvo muy atento esas noches, pero luego fue diferente—la castaña la miró con atención—me dejaba dulces en mi escritorio, me pedía que fuera a su oficina solo para preguntarme como estaba y comenzó a rozarme de una manera que sentí incomodo al inicio, pero luego pensé que era simple cortesía.

—¿Se propaso contigo? —soltó la castaña con horror, Margaret solo asintió con suavidad y una vez más rompió a llorar.

—Dice que yo lo confundí y que estaba haciéndome la difícil solamente, pero que bien le había seguido el juego, yo no supe Meira, pensé que solo estaba siendo amable.

—Maldito desgraciado—la castaña hervía en rabia—¿Quién demonios se ha creído? Hijo de puta.

—Meira—Margaret le tomó las manos intentando controlarla—esto sucedió hace unos días.

La fuerza del destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora