Capítulo 4. Luz.

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Sintió como la mirada del hombre la detallaba con cuidado, pronto comenzó a sentirse incomoda y quizás la idea de trabajar en un lugar tan lejano con alguien que tenía una regla tan estúpida como esa no era la mejor idea.

Apretó el bolsito en su regazo, soltó un suspiro y tan solo se reacomodó en la silla mientras Castle apuntaba algo en su libreta, Meira frunció el ceño cuando lo vio abrir la carpeta de su currículo, revisó algunos puntos y parecía tomar nota de lo mismo.

— ¿Puedo saber que está haciendo?—consultó con voz suave, tratando de que esa oportunidad no se fuera como un avecilla asustada.

—Le hago un resumen al señor Alejandro y trato de encontrar un puesto para usted.

— ¿O sea que me está creando una vacante?

Castle asintió.

— ¿Por qué?—consultó, la sorpresa fue muy palpable en su voz por lo que el hombre volteo a verla.

— ¿Necesita el trabajo no?—ella sintió— ¿tiene un peso sobre sus hombros que cree podría quitarse si le dan este puesto?—nuevamente asintió—pero ¿teme que quizás esta oportunidad sea un completo error?—cuando sintió la mirada del hombre sobre ella, la chica pasó saliva y asintió.

— ¿Su jefe es un fantasma y usted es alguien que lee la mente?

Castle se puso a reír y tan solo negó, cerrando la agenda, colocó ambas manos en el escritorio y se inclinó un poco hacia ella.

—No leo mentes, pero si personas y hace mucho tiempo tuve la oportunidad de ayudar a un chiquillo con sueños y hoy quiero hacer lo mismo.

—No soy una chiquilla.

—Es que no me refería a usted—le indicó seguro, recostándose al respaldar de su silla—verá el señor Alejandro ha cambiado conforme los años han corrido y la tragedia le toco la vida siendo muy joven.

La chica frunció el ceño, atenta a lo que este hombre le compartía.

—Se ha refugiado en Shaftesbury porque tiene todo lo que el necesita—ella solo frunció una vez más el ceño—está alejado del mundo, y la casa ofrece todas las comodidades para que su retiro sea pacifico, como lo ha pedido.

Ella tan solo soltó una risita de ironía, mirando a su alrededor.

—Bueno, ¿quién no sueña con retirarse en uno de los pueblos más bonitos de Inglaterra y además en una mansión con tanto espacio disponible, afuera y adentro?

Castle solo asintió viendo a la jovencita.

— ¿Qué edad tiene don Alejandro?—preguntó— si puedo saber, claro.

—Treinta y dos—respondió este, la chica lo vio extrañada— ¿sucede algo?

—Es más joven de lo que pensé, no sé porque después de lo que me ha dicho de él imaginaba a un tipo amargado de sesenta o setenta años, con eso de que se va a retirar.

La sonrisa de Castle dibujó una genuina en Meira, quien sintiéndose un poco más relajada comenzó a reírse, Castle la vio con un tipo de esperanza y pronto la acompañó en su risa, los dos soltaron un suspiro al mismo tiempo por lo que Meira relajó los hombros.

—Lo siento, no debería estarme burlando de él ¿cierto?—Castle asintió—pero es un hombre muy joven, no debería de estarse retirando a un lugar tan lejano y poco atractivo como este.

—Pensé que era uno de los puebles más bonitos de Inglaterra.

—Y lo es—dijo con rapidez—pero para los ancianos.

La fuerza del destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora