La figura del hombre avanzaba por la silenciosa casa, vigilando el trabajo de cada persona contratada quien al verlo deambulando por el lugar pusieron mayor empeño en su labor.
Castle se sentía un tanto victorioso al comprender que casi lo estaba consiguiendo, aceptando que encerrar a la castaña entre libros y darle una tarea que estaba seguro le tomaría varios días, amortiguando así cualquier error ocasionado apenas inicio su turno, había sido la mejor decisión.
Y si bien la ha encontrado varias veces leyendo acomodada como una pequeña bolita en el sillón de Alejandro, no podía negar que la joven estaba muy empeñada en hacer bien su trabajado y hasta el momento los libros de la letra A, B Y C se miraban hermosamente ordenados.
El primer día estaba por terminar y al menos en el tiempo que ha corrido aquel lugar ha mantenido un silencio ligeramente espeluznante, que fue interrumpido cuando un grito agudo hizo vibrar casi todos los cristales de la mansión.
Alejandro abrió grandes ojos soltando con temor su libro, el grito femenino le aceleró el corazón y en un reflejo vertiginoso de su ser se puso de pie con rapidez, saliendo de su habitación donde ha pasado refugiado todo el día, para saber que ha sucedido con esa abrupta ruptura de su tranquilidad.
Una Meira asustada, despeinada y cargando una manzana en su boca salió corriendo en cuánto pudo, al alboroto causado por el grito de la jovencita y la rápida caminata de Castle le siguieron varios empleados quienes fueron testigos de la forma en la que ella casi choca con uno de ellos quien cargaba una bandeja con los trastes sucios de Alejandro, el señor al verla dio una vuelta completa en su eje para evitar estrellarse con ella, tirando la bandeja al reluciente piso y entonces la castaña chocó contra Castel, tumbándolos a los dos.
El rostro de la joven tan solo se arrugó cuando escuchó la bandeja de metal dar dos rebotes en el lujoso piso como si de una bomba se tratará, cerró los ojos ante todo el desastre causado, los trastes de bella porcelana quebrados y su manzana mordisqueada regada, apretó todo su ser cuando una mano la tomó de la muñeca poniéndola de pie de un solo jalón.
—Abre los ojos—pidió una voz ronca y masculina, expulsando cada palabra entre sus dientes prensados, pero la jovencita negó.
Tan solo abrió la boca, pero de inmediato la cerró comprendiendo que aquella voz no era la de Castle y creyendo que si nadie la miraba seria completamente invisible para el enojadísimo fantasma del ala este que no le ha soltado la muñeca.
—Por favor todos, regresen a sus puestos y los que tienen que irse háganlo ya—indicó la voz de Castle detrás de ella.
La jovencita castaña seguía con el rostro arrugado y los ojos cerrados, tan solo pasó saliva cuando su muñeca al fin fue soltada, pero podía sentir en la vibración de su piel, la sombra que dibujaban sus ojos y lo erizado de sus hombros lo mucho que estaba afectándole la respiración pesada de la persona que seguía frente a ella.
—¿Por qué no vas a tu habitación? —preguntó Castle con tranquilidad, aunque muy en el fondo se le podía notar una molestia que era más que justificada.
—Meira ¡abre los ojos!—soltó una vez más la voz firme de Alejandro.
Despacio y con la cabeza gacha la jovencita fue abriendo los ojos, primero se encontró con sus zapatos estilo pantuflas, en negro, pasó saliva delineándolo con suavidad con su mirada, el pantalón que Alejandro usaba parecía suave al tacto, camiseta negra y sobre su ¿pijama? Usaba un cárdigan largo.
La joven había notado como la temperatura de la biblioteca disminuyó un poco antes del almuerzo, pero no le importó, al menos logró resistirla durante todo ese momento, tomó una bocanada de aire cuando se encontró con el cuello masculino, la manzana de adán que se movió ante ella, la mandíbula remarcada cubierta por la suave barba y entonces con la cabeza casi echada hacia atrás se encontró con unos azules ojos que la miraban con rabia.
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La fuerza del destino.
HumorMeira tenía un solo deseo, salir de la pequeña provincia inglesa donde vivía y dedicarse a su verdadera pasión, la música. Solo que para cumplir ese sueño había un pequeño o mejor dicho muchos problemas: ella no tenía dinero, patrocinadores, era el...