Capítulo 14. Abrigo.

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Se separaron después de unos minutos, viéndose con cierto nerviosismo, Meira mordió despacio su labio inferior y tan solo suspiró despacio cuando Alejandro dio un paso hacia atrás estableciendo una distancia que de pronto a la jovencita le pegó más duro de lo que debería.

Apenas viéndola de reojo se separó de ella cuando el jefe de la policía apareció con las declaraciones y denuncia, le pidieron a Meira firmar varios documentos que hizo bajó la atenta mirada de Alejandro quien por supuesto pidió copia de lo mismo, no se movió hasta que se lo llevaron muy bien ordenado en un sobre sellado.

Meira pasó saliva cuando la mano del hombre se le posó en el centro de su espalda indicándole que saliera de aquel lugar, el chofer abrió la puerta trasera del vehículo para ella quien le sonrió saludándolo con cordialidad, comprendiendo que no era el mismo que llevó a Curtis la otra noche, aunque se parecían mucho.

Desde el interior del automóvil miró la última interacción de Alejandro con el oficial quien parecía un pequeño niño regañado porque solo asentía con la cabeza gacha y ligeramente encorvado completamente opuesto a la figura erguida y elegante del fantasma de negro cuya mandíbula remarcada no le dejaba demasiado claro para definir el estado de ánimo del hombre, pero el corazón agitado en ella le decía que posiblemente no se le vendría nada fácil a la castaña.

Pasó saliva cuando la figura ocupó un espacio a su lado en el automóvil, con voz plana pero segura le pidió al chofer moverse, ella escondió sus manos entre sus piernas, moviendo la derecha mientras clavaba la vista en el cielo que estaba tornándose ligeramente pálido, no estaba segura de que decir o como decirlo, por lo que intentó ordenar su cabeza y conectar su mente con la misma para ser lo más respetuosa y certera posible en lo que iba a decir.

— ¿La he cagado?—preguntó con voz baja, frunciendo el ceño al escucharse a ella misma.

¿Cómo demonios fue eso lo primero que salió de su boca? Negó de inmediato, apenas viendo la mirada de reojo del chofer quien negó apretando el volante.

—Lo lamento—indicó con rapidez—señor Alejandro, ¿aún conservo mi trabajo?—preguntó, atreviéndose al fin a buscarle la mirada.

Alejandro apretó la mandíbula, llevaba la vista clavada en su ventana y después de soltar un suspiro tan solo se volteó hacia ella, sintiendo la onda que aquella mirada le brindó, como si fuera una caricia que su piel pudo sentir.

—Lo conservas—respondió con una seriedad que no le permitió a Meira sentirse feliz, aun cuando si lo estaba—muy contra mi buen juicio lo haces Meira, pero debes entender que no es mi papel de jefe estar sacando de la cárcel a mis empleados y personalmente prefiero que personas sin antecedentes penales trabajen en mi casa.

—¿No le gustan las chicas malas?—preguntó con rapidez, frunciendo una vez más el ceño a la mirada asesina que Alejandro le dio, por lo que bajó la suya—perdón, perdón, estoy...lo siento.

—¿Cuántas veces al día te disculpas?—la joven elevó su mirada, viéndolo apenas unos segundos.

—Demasiadas debo admitir—soltó una risita de ironía—como ya habrá adivinado las desgracias me persiguen y algunas pues yo las buscó, aunque esta vez fue más justificada, solo quería justicia para mi hermana.

— ¿Y lo que hiciste le ayudó en algo?—ella lo miró una vez más— ¿o solo perjudicó cualquier futuro plan que ella haya hecho eso?

—La liberó de un puesto donde un infeliz se hubiera aprovechado de ella por mucho tiempo o peor aún le habría causado daño—la miró de frente cuando notó la seguridad en la voz de Meira—no me voy a disculpar con nadie por lo que hago por mi familia, además que agradezca el poca cosa de Cristopher Beckham que no le abollé la cabeza con un bate.

La fuerza del destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora