Capítulo XXI

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Napoleón y el sr. Waverly se encontraron en Berlín Occidental con mucho tiempo de antelación, cruzarían el muro con pasaporte diplomático poco tiempo antes del encuentro acordado con Illya. Desconocían los hechos y las condiciones bajo las que podían sacar a Illya del país.

Ambos supusieron que estaban siendo vigilados así que cuidaban mucho sus acciones para no llamar la atención. La forma más sencilla de recuperar a Illya era como ellos planeaban entrar, por ello llevaban un pasaporte vacío para él.

En Berlín Oriental, habían permanecido ocultos como simples turistas, en las áreas designadas. Aunque el sr. Waverly tendía a reunirse con otros espías y políticos, siempre manteniendo su propia regla sobre no llamar la atención. Así logró recabar cierta información sobre Illya.

El espía ruso era presionado constantemente para hacer misiones internas en la URSS, hasta ahora las había cumplido a cabalidad y nadie sabía si salió del país o no, recientemente. Sin embargo, en dos misiones cumplidas conocía a Illya lo suficientemente bien, acudiría a la cita o podrían darlo por muerto.

Pese a sus órdenes Napoleón tampoco se mantuvo quieto. Telefoneó a algunos de lo espías que conocía a ambos lados de Berlín por si tenían alguna información. Nadie tenía información nueva, con la excepción de un espía sueco que sabía que Illya había estado en Kyiv y Tallín durante el último mes.

Aquello seguía siendo la URSS pero al menos no estaba en Moscú o haciendo trabajo de oficina, lo que hubiera significado su imposibilidad de ir a la reunión que había pedido. Ambos conservaban la esperanza de que Illya apareciera y en el mejor de los casos les dijera que había fingido la muerte de Gabriella.

****

El vuelo de Illya y Karpov llegó al aeropuerto de Berlín Occidental a las 10 a.m. Karpov intentó perder de vista a Illya entre los pasajeros que dejaban el avión pero no lo logró.

—Basta —dijo Illya con calma, a pesar de que su aspecto era amenazante— Vas a irte en el próximo vuelo que quieras. Tan sólo me aseguraré que te vayas.

Cuando bajaron del avión Illya casi empujaba a Karpov para que siguiera adelante, contrario a lo que esperaba, no había agentes del KGB esperando para arrestarlo. Illya lo acompañó mientras compraba un vuelo a Uruguay que salía en dos horas. Ambos se sentaron en la sala de espera.

Las horas se hicieron más largas de lo que deberían haber sido, estaban sentados de espalda al otro, mientras miraban al frente, uno nervioso y el otro desesperanzado. El tiempo pasó, Karpov entregó su boleto y subió al avión.

Illya cumplió su palabra, lo dejó ir y nunca supo nada más sobre él, aunque probablemente se hubiese cambiado el nombre al llegar y hubiese tomado otro avión. En verdad no le importaba, ahora tenía en mente que el KGB ya debía tener noticias de su deserción, así que debía darse prisa.

Habían pasado los tres meses desde que habló con Natalia, poco después del funeral de Gaby, no sabía si la vería de nuevo, si tendría una excusa para ir a Berlín o si lo traicionaría pero debía ir al lugar que acordó, Berlín Oriental en la misma calle de "la casa". Debía estar ahí al día siguiente.

El ruso se acercó al muro, si tenía suerte la información de su deserción aún no habría llegado a Alemania, así que se arriesgó a identificarse como agente del KGB ante la guardia fronteriza del muro. Ellos lo dejaron cruzar del lado occidental al oriental sin hacer preguntas.

Illya siguió avanzando para no llamar la atención, miró hacia atrás unos pocos segundos y se preguntó si alguna vez lograría volver al otro lado. La incertidumbre era enorme pero no podía dejarse doblegar por ello. Caminó hasta alejarse lo suficiente para no ver el muro.

Pasó todo el día sin caminando sin un rumbo fijo, se detuvo a comer algo pero no demoró ni media hora. De nuevo los pensamientos invadieron su mente pero luchó contra ellos, al punto de poder controlar el temblor de sus dedos. Lo consideró un avance pero repitió la sensación de tristeza al recordar que antes sólo Gaby podía calmarlo.

Cuando cayó la noche y se hizo imposible seguir deambulando, fue a un bar clandestino. Tomó asiento en la barra y pidió un trago con dinero francés. Bebió lo suficiente para que no lo sacarán del bar evitando emborrarse, el día siguiente era importante así que debía estar completamente concentrado.

El bar cerró horas más tarde, Illya se acostó a dormir en el banco de un parque, arropándose tan sólo con una chaqueta que había traído en su pequeña maleta desde París. Sintió como poco a poco entraba al mundo de las pesadillas, donde revivía una y otra vez apretar el gatillo, la sangre de Gaby, a aquellos agentes en la sala, al maldito de Everschev sobre ella. A veces soñaba que tomaba una decisión diferente pero no cambiaba nada, ambos morían, quizá hubiese sido así en la realidad.

Despertó a las 5 a.m., se hurgó los ojos y se levantó mirando al horizonte. Se quedó sentado con la chaqueta mal puesta, dejó pasar las horas hasta que consideró oportuno para llegar a la calle de la casa/refugio del KGB. Si Natalia en realidad era su aliada, se alejaría de la casa aunque estaría a sus alrededores.

Marchó hacia la casa, a medida que se acercaba apretaba más los puños y se ponía tenso. Llegó a la calle, trató de ocultarse lo mejor que pudo. El reloj de su padre marcaba las 7 a.m. respiró profundo esperando los acontecimientos.

Recorrió la calle, sin acercarse a la casa en sí misma. Al final encontró a Natalia en un kiosko de periódicos, se acercó a ella con disimulo, como si fuera otro cliente, pidió un cigarro y se quedó unos minutos fumándolo mientras ella leía una revista. Ambos se miraban cada cierto tiempo en una especie de coqueteo fingido. Ella fue la primera en romper el silencio invitándolo a caminar. Illya aceptó y se alejaron a paso rápido de la calle.

—Creí que no vendrías o me entregarías.

—Te odiaba Illya, lo hice por muchos años —confesó ella de repente.— Incluso cuando salimos y hasta que murió la alemana.

En ese momento hubo un silencio incómodo y una tensión evidente entre ambos. Natalia se sintió aliviada de decirlo en voz alta pero ahora debía explicar lo que había dicho.

—He sido una idiota, no por odiarte sino por creer en todo lo que me decían, hasta ese momento yo no cuestioné nada. Yo quería ser del KGB desde niña, pensarás que es estúpido pero así era, luego cuando entré estaba lográndolo pero llegaste tú. Siempre querías ser el mejor, lo lograste y yo quería demostrar que no lo eras. Eso fue lo que hice toda nuestra relación.

—Lo sé por eso nunca encontraste nada en mi contra. Lo qué no logro entender es porque viniste si me odiabas tanto —dijo Illya.

—Porque a diferencia de mí tu no pediste esto, no tuviste opción, pero te han herido más que a mí. Y si a ti, su favorito, su chico estrella, te hicieron aquello en el Hermitage... ¿Podemos esperar algo diferente los demás?

Hablaron como nunca habían hecho sobre las tristes miserias que dejaba su trabajo, los dos lo necesitaban aunque no se atreverían a decirlo, la charla continuó mientras caminaban rumbo al taller mecánico donde trabajó Gabriella. Natalia dijo que desertaría con él, si su plan tenía espacio para uno más, estaban por averiguarlo.

Misión URSS (The man from U.N.C.L.E fic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora