CAPÍTULO 9: Lazos Incorrectos

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                A la madrugada siguiente, Mirabel despertó increíblemente antes que todos, más temprano de lo habitual. Todavía tenía su cuerpo rígido luego de una noche maratónica. Miró afuera, cómo las flores iban naciendo de a poco, y recordó lo que sucedió la noche anterior en el otro cuarto. Sin estar suficiente con eso, se desafió a volver. A volver con Bruno.

               Muy sigilosamente, salió de su habitación, puesto encima una bata blanca con bordados de flores verdes y amarillas que Mirabel le agregó luego. Fue un regalo precioso cuando era más pequeña. Lo que tenía de blanco y fino, también de aburrido. Las cintas que yacían en la parte de la cadera tenían mariposas rosas y verdes, que lo hacían más personal.

               Con pasos seguros pero silenciosos derechos a la puerta de Bruno. Logró entrar silenciosa y diligentemente, sin nadie a la vista. Cerró la puerta, con llave también. Adentrando vio a su tío durmiendo, su cuerpo mirando a la caída de arena. Se quedó dormido contemplando esa lluvia y todo lo que venía sucediendo con ella. La muchacha se quitó la bata y luego su camisón, ya no tenía nada.

               Tranquila, más enamorada que nunca, entró a su cama, casi sin moverlo, tratando de que no se diera cuenta. Lo abrazó. Estaba muy calentito, pero no quedó así. Un beso por aquí, un beso por allá... su mano jugueteaba con sus rulos, acariciaba su espalda. Pensó en todo lo que disfrutó anoche, y los juegos que le hacía a ella, llevándola a un estado de éxtasis sexual. Mirabel bajó sus manos, acariciando todo el cuerpo. Y llegó, llegó su mano a la parte más íntima de él. Se hundió a carcajadas minúsculas en su pelo, estaba derretida en él. Lo acarició, trató de encenderlo de la manera más cariñosa. Bruno empezó a estremecerse y giró ya dando vista a ella, pero aún no despertaba. Ella siguió, hasta ver que su miembro se iba poniendo duro. Siguió acariciando, ahora ya frotando. Mirabel lo miraba a él, un beso en sus labios y siguió, y finalmente Bruno despertó. No se dirigían palabras, sólo miradas. Cuando ya no daba para más, se besaron, se unieron en un abrazo, él la mordía del cuello y ella agitaba su respiración, pero ningún gemido audible salía, aprendió a no hacer tanto ruido. 

                Valientemente, Mirabel se sentó en él, quien empezaba a penetrarla. Ella se movía suave, lento, pero placenteramente. Luego él la jalaba también. Fue un ir y venir de caderas, a ritmo lento, en silencio. Mmmm sólo era lo más audible que tenía el cuarto. La lluvia de arena caía con intensidad, pero ninguno de los dos estaría prestando atención a ella. Lento, suave, la muchacha miraba a su tío retorcerse de placer, su rostro aguantando de que nada saliera de su voz. Ni un ahhhhh, era muy temprano todavía, guardando tantos gemidos pudiera. Pero llegado el momento de casi acabar, Bruno acostó a su princesita, ya eran jadeos cortos, fuertes, ligeros. Mirabel se mordía los labios, mordía el hombro de su amado. Fuerte, muy ligero, ambos estaban a punto de estallar, hasta que Mirabel sintió algo caliente sobre su abdomen, que llegó casi más arriba de sus pechos. Antes de abrazarla, Bruno tomó un paño y la limpió, mientras ella respiraba como podía. Él se sumergió en el hombro y cabello de ella, respirando, sintiendo su aroma a flores, de toda una mujercita. Ella lo abrazó, riendo, nunca imaginó hacer algo así, lo disfrutó y una sonrisa pícara surgió de su cara sonrojada.

              Se miraron uno al otro, se reían, un beso más. "Quisiera que esto se quedara aquí" pensaba él, disfrutando de su beso pasional. "Pero ¿cuándo sucederá?" opacó otro pensamiento.

- Iré por el desayuno – dijo Mirabel, saltando de la cama, tan enérgica como siempre, se colocó de nuevo el camisón y su bata. Bruno, adormecido de tanto sueño y placer junto, no llegó a apreciar aquella ropa.

- Te amo Mirabel – le alcanzó a decir con sus ojos pegados del cansancio – gracias, vida- aún se estaba recuperando de la noche.

- Y yo a ti Brunito. Vuelvo enseguida – destrabó la puerta y corrió a su habitación.

Hasta Nuestro Último DíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora