2- Abuela Mai

445 35 1
                                    

| AÑO 161 DG |

   — ¿A dónde va? —Pregunta Natsu, llegando hasta el balcón donde Bumi ve cómo Iroh parte a algún sitio montado en un rinoceronte de komodo.

   —No sé si quiero saberlo con exactitud, pero sí sé que tu hermano tiene agallas —dice Bumi, sonriendo mientras ve al joven desaparecer en el horizonte.

   —Ha de sentirse muy bien, ¿no? —Dice Natsu, con Bumi viéndola con curiosidad—. Salir y recorrer el mundo en un barco...

   —Ah, sí, sin dudas —Le contesta Bumi, apoyándose en el barandal con una actitud relajada mientras que Natsu agacha un poco la cabeza, con Bumi notándolo y preocupándose un poco—. ¿Lo dices por algo en específico?

   —Yo... quisiera tener la misma oportunidad que Iroh —confiesa la joven princesa de 17 años, con Bumi a su lado asintiendo lentamente—. Pero no, debo quedarme aquí y cumplir con mil deberes de la familia ante su ausencia —dice, con su mirada fijándose en la oscuridad de las colinas, ahí donde refleja cierta desdicha—. No creo que sea justo. Es decir... ¿Qué tal si quisiera ser militar?

   — ¿Y quieres?

   —Pues... no, pero... —dice Natsu, suspirando—. Quisiera haberlo tenido como opción. Quizá hasta hubiese aceptado por el simple hecho de que viajas.

   —Natsu, ser militar es más que solo viajar.

   —Lo sé, yo... lo lamento, no era mi intención ofenderte —Le dice Natsu, con Bumi ofreciéndole una pequeña sonrisa de confort—. Pero... no lo sé, siento que Iroh está probando esa libertad que siempre deseó, por más que su destino tiene planeado para él algo mayor. Él sabe que su destino es heredar el trono que ahora mismo tiene nuestro abuelo, pero yo no y siento que podría liberarme.

   — ¿Entonces dices que quieres... romper con tu familia? ¿Irte?

   —No sé si irme, Bumi, yo solo quiero... libertad —dice Natsu, con Bumi no sabiendo muy bien qué decirle, ya que su situación es totalmente opuesta.

   Bumi siempre tuvo la libertad de elegir qué hacer con su vida. Privilegios de ser hijo del Avatar y de la Maestra Katara, supone Natsu...

   Quizá en eso se basaba todo. En cómo eran tus padres contigo. Pensando así las cosas, Natsu tenía claro por qué nunca podría ser libre. Sus padres...

   Lo único que mantenía positiva a Natsu era pensar en cómo su hermano estaba tan condenado como ella, quizá incluso más. Después de todo, esa noche se habían reunido ni más ni menos porque Iroh ascendió a General de la Primera División de las Fuerzas Unidas, un puesto que quizá no hubiese alcanzado nunca si no fuese un futuro Señor del Fuego. Iroh tenía un éxito más para su carrera y seguramente sentiría la mayor libertad al seguir explorando el mundo al día siguiente de aquel evento, pero en el fondo de su corazón sabía que ese solo era un paso más para cumplir con su destino. De ese modo, Natsu dejaba de sentir envidia por su hermano y ya no se sentía tan miserable.

   —Está refrescando y ninguno de los dos tiene aliento de fuego —comenta Bumi sonriendo, con Natsu viendo a lo lejos un destello anaranjado que llama su atención—. ¿Vienes? —Le invita Bumi, extendiendo su mano hacia ella...

   —En un momento —responde finalmente Natsu, viendo a Bumi y notando cómo este la mira con cierta sospecha—. En un momento voy, Bumi.

   —Está bien... —contesta el mayor con dudas tras cada palabra.

   Para cuando Bumi ya se ha ido, Natsu se asegura de que no haya a la vista ningún otro invitado y mucho menos ningún guardia. Una vez afirma para sí misma que nadie pueda verla, la joven princesa se libra de cada prenda que tiene valor y que en general simboliza su estatus social, saltando finalmente por el barandal y aterrizando en unos arbustos un par de metros más abajo. Había visto a su hermano huir de allí por esos lares hace tan solo unos minutos, pero mientras que él fue a las colinas, ella tenía otro destino. El destello de antes...

Avatar. Princesa de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora