3- Escape

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   Un hombre canoso y envuelto en un tapado elegante se alza de entre los comensales. Se encuentra justo en el centro de la gran mesa que se extiende de forma cuadrada por el gran salón. A su lado, llevando un vestido rojizo suave con una pequeña tiara dorada se encuentra la invitada de honor de la noche.

   —Esta noche celebramos con orgullo un nuevo aniversario de la Galería de Arte 'Princesa Ursa', la cual ha prestado durante más de cinco décadas un servicio leal a Su Majestad, el Señor del Fuego Zuko. Hoy nos sentimos felices y agradecidos de tener con nosotros a una de sus representantes más queridas y carismáticas, Su Alteza Real la Princesa Natsu —dice aquel señor, con toda la sala fundiéndose en un gran aplauso que Natsu responde con gentileza.

   Más tarde esa misma noche, Natsu se encuentra paseando en mitad de la sala de baile. El mismo sujeto de antes le va guiando entre toda la gente y la introduce a distintos dignatarios y figuras del mundo de las Bellas Artes.

   —Si me lo permite Alteza, déjeme decirle que ese vestido es una elección tan atrevida como muy afín a la tradición —Le comenta uno de los tantos actores y aristocráticos que Natsu lleva conociendo y que aborrece por completo...

   A pesar de las sonrisas que desliza hacia cada persona con la que ve, la joven princesa no deja de sentir en su interior una profunda incomodidad. El arte nunca fue su ámbito, de nadie en su familia, de hecho. En cierto punto de su vida quizá pudo pensar que aquellas pasiones la empujarían un poco más lejos de su responsabilidad con la Familia Real, pero aquel compromiso era la prueba ideal de que no importaba lo liberador que el tema pudiera ser, el solo hecho de ser un compromiso real lo volvía tosco, sumamente extravagante y arrollador.

   Aquellas personas, al menos bajo su opinión, no tenían verdadera visión y libertad. Estaban demasiado avocados a lucir bien y hablarle con propiedad a la princesa presente, quedando bien entre sus colegas. Eso sin mencionar a los que habían montado la exposición en los salones circundantes al principal. Natsu sentía que tenía todas las miradas en sus bolsillos, por más que su vestido no los tuviera. Todos querían vender un cuadro o una escultura a la Princesa de Fuego, pero ella no había visto originalidad alguna en las obras presentadas.

   El momento más brillante de la noche fue, para Natsu, cuando la fiesta por fin llegó a su fin. La joven de 18 años ya entraba en su carruaje, ahí donde la esperaba Zaria, su asistente personal oficial. Atrás habían quedado los años en los que Zaria la ayudaba de forma no oficial a escabullirse de sus distintivas responsabilidades. Desde que su abuela la Reina Mai, que en paz descanse, le encomendó muchas más tareas en servicio a la Corona de Fuego, Natsu logró que su confidente, Zaria, obtuviera aquel título de verdad. Claro que lo mejor era que Zaria no había cambiado ni un poco, por lo que aún la seguía ayudando a escabullirse de sus responsabilidades, solo que ahora con mayor éxito.

   —Dime por favor que sí lo ubicaste —dice Natsu una vez el carruaje se marcha lejos de la gala de los artistas paralizados.

   —Pues fue difícil con la vaga descripción que me diste, pero lo logré —Le dice Zaria, con Natsu emocionándose—. Sé que me pediste que no te dijera su nombre, pero... —dice Zaria, sacando de su bolso una pequeña carta.

   —Pero nada, Zaria. No quiero saberlo así. Quiero que él me lo diga —dice Natsu, con Zaria dudando al respecto, pero finalmente cediendo.

   —El carruaje nos llevará a mi estancia, ahí donde la Guardia Imperial cree que beberemos un poco de té de madrugada.

   — ¿Les dijiste en verdad "té de madrugada"?

   —Es la forma correcta de hacerlo, pero ellos saben que serán tragos más fuertes —Le aclara Zaria, con Natsu asintiendo mientras contiene una vez más la gran emoción que siente por dentro—. Me dijeron en qué puertas van a colocar vigías, así que nuestra única opción viable es el conducto de la lavandería.

Avatar. Princesa de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora