11- Autoexilio

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| AÑO 175 DG |

   El Sol se hallaba en su punto más alto del día, pero un gran barco de las Fuerzas Unidas llegaba al puerto, generando una gran sombra sobre este.

   La Guardia Imperial dirigida por su Jefa, Akane, controlaba a la multitud a su vez que se aseguraban que Su Alteza Real recién llegada bajara del barco y accediera lo más pronto posible al carruaje en donde le esperaban.

   El viaje de camino al Palacio Real fue en su mayoría silencioso. Dentro del carruaje iban la Jefa Akane, la princesa Natsu y el recién llegado príncipe Iroh, quien en esa fecha estaba dando fin a su carrera militar y regresaba a casa para, en cuestión de unos años, convertirse en Señor del Fuego.

   —El sistema del poder —dice Iroh, con plena intención de romper el sólido hielo que hay en el ambiente—. ¿Lo recuerdas? Lo aprendimos juntos.

   Tan solo asintiendo, Natsu devuelve su mirada a su pequeña ventanilla, viendo cada tanto a varios grupos de personas que se acercan a saludar.

   —El poder está en todos nosotros... —Natsu dice de repente.

   —Sí... es la llama eterna que resplandece en nuestros rostros.

   —Hm, ¿qué no eso lo dice el fotógrafo familiar?

   —Eso lo vuelve más certero —responde Iroh, con Natsu dudando—. Al momento de cada fotografía familiar, se recitan palabras de suma profundidad, así nos sentimos inspirados y mostramos nuestras mejores facetas.

   —Más bien así nos amoldamos como los títeres que somos —murmura Natsu, con Iroh bajando la mirada—. Es un recuerdo de lo que somos y de cómo debemos lucir. No es un quiénes somos o un por qué somos. Es... absurdo.

   —Tú eres la que insistió al abuelo Zuko con aprender conmigo el si-

   — ¡Pues era una tonta! —grita Natsu, con Iroh preocupándose—. Oh, no te atrevas a poner esa cara, hermano mayor, no seas como los demás.

   —Natsu, hermana... me preocupo por ti. ¿Eso está mal?

   —Lo está. He superado lo que me pasó y estoy dispuesta a criar a mi hijo, pero nuestros estúpidos padres no me lo permiten.

   — ¿A qué te refieres? —Le cuestiona Iroh.

   — ¿No te enteraste? Nuestro padre tiene la custodia de Utho, solo me deja visitarlo dos o tres veces por semana. ¡Es mi hijo, tiene que estar conmigo!

   Tras ello, silencio nuevamente. Iroh no puede creer lo que acaba de oír. Si lo que Natsu dice es verdad, entonces se arrepiente de...

   —Ah... no puedo creer que diré esto, pero lamento no haber estado aquí —Le dice Iroh, con Natsu girándose hacia él lentamente—. Debí estar aquí, no en altamar intentando escapar de algo de lo que nunca podré escapar. Debí estar aquí, contigo, con Utho, cuando todo lo de Percival sucedió, yo no vine y-

   —Hey, está bien. Yo me hubiera ido tan lejos como tú lo hiciste, pero papá no me dejaba salir del país si era con Utho, y por nada del mundo me iría sin él.

   —Hm... ¿Y mamá y el abuelo saben sobre todo esto?

   —Ellos creen que yo le cedí por buena voluntad la custodia y, en parte sí lo hice, pero luego él me apartó por completo y ahora lo tiene tragando libros solo porque Utho demostró cierta ventaja en inteligencia o algo así.

   —Lo corregiré, hermana —Le dice Iroh, extendiendo su mano hacia ella y permitiendo que pose su mano por encima—. Te lo prometo.

   Y por primera vez en muchos años, Iroh vio a Natsu con ilusión otra vez.

Avatar. Princesa de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora