7- Y vivieron felices...

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| AÑO 169 DG |

   Todo lo que ha acontecido en su vida, le ha llevado hasta ese momento.

   Todo lo que ha pensado, dicho y hecho.

   Todo lo que ha sentido, tanto para bien como para mal.

   Ese era su día y nada, ni nadie, podría arruinárselo...

   Salvo una carta, la cual anunciaba de última hora que su hermano mayor no asistiría a la boda. Eso mismo sostenía Natsu en sus manos en ese momento, mientras su amiga y secretaria Zaria mantenía su distancia y su silencio.

   —Refugiados... —dice Natsu, dejando la carta frente a su escritorio, con su mirada perdiéndose en algún reflejo del espejo en la pared.

   —Oí en la radio que el huracán fue duro. Muchos perdieron sus hogares y hay crisis alimentaria —dice Zaria, con Natsu cerrando sus ojos y dejándolos así por un momento—. Las Fuerzas Unidas no dan abasto. Se ha pedido un poco de colaboración internacional. Omashu ha sido el primero en presentarse.

   —Me dices todo eso... como si me importara —dice Natsu, provocando en Zaria un pequeño fruncimiento de ceños que la joven princesa detecta por el espejo—. Ah... no intento ser cruel ni egoísta, Zaria, solo... quiero a mi hermano aquí, conmigo. ¿Eso es... egoísta? Es... agh, me duele la cabeza.

   —Entonces descansa. Luego le prepararé un baño.

   —No, no... Debo salir y acompañar a Percy en la recepción. Los invitados llegarán en unas horas. La cena del compromiso debe ser mi único enfoque.

   —No puede ser su enfoque si tiene su cabeza en otras cosas, Alteza... —Le dice Zaria, con Natsu bajando su mirada y viendo el anillo en su dedo anular. Ya son dos meses desde que Percy le propuso matrimonio y casi un mes desde que lo anunciaron. Ese día tendría lugar la ceremonia previa a la boda, la cual se celebraría el día de mañana—. Por favor, duerma un poco y luego tómese un baño. Estoy segura de que Sir Percival entenderá.

   Ah, ese era otro detalle. El padre de Percy había muerto hacía medio año, por lo que el título de Sir había pasado a su único hijo.

   Tal y como Zuko le había dicho en privado: "si ese es tu verdadero amor, entonces muéstralo al mundo y a partir de ahí te apoyaremos para que tengan una vida feliz y plena". Natsu hubiese querido ocultarlo por más tiempo, pero eso que le dijo su abuelo había resonado fuertemente en ella y la había convencido.

   Percy es un buen hombre. Buena familia, buen título, buen bolsillo. Gran recorrido escolar y militar. Un hombre leal a la Corona de Fuego. Ese último año había sido muy bueno. Habían tenido sus tropiezos, pero justamente estos los habían ayudado a darse cuenta de que podrían mantener una vida juntos.

   Natsu lo quería y estaba dispuesta a amarlo si así lograba que de una vez la dejaran en paz con respecto a ese tema. No quería llegar a los 30 y que fuera a peor, convirtiéndose en la solterona triste de la Familia Real, así que aquel era un movimiento estratégico de gran nivel. Claro que no se lo decía a Percy o este podía tomárselo a mal, si bien era un hombre increíblemente perspicaz, de modo que quizá él ya lo sabía y lo aceptaba con total nobleza.

   Viéndose una vez más ante el espejo, Natsu abre un poco más los ojos al ver una figura conocida asomarse por la puerta. Va vestido de verde, con ropajes sencillos, mientras sostiene una bandeja con distintos frutos en ella.

   —Lamento la interrupción... —dice el joven que parece sirviente, pero que la joven princesa, ya de pie y volteada hacia él, sabe bien que no es.

Avatar. Princesa de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora