12- Secreto de Estado

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| AÑO 180 DG |

   En su periódico entre manos, Natsu lee con una pequeña sonrisa el titular. El primer hijo de su hermano ha nacido y ha sido nombrado Lu Ten.

   Sobre su sombrilla, la cual le da una perfecta sombra, el Sol brilla en lo alto de la Isla Ember, donde la princesa y su hijo vacacionan. Este se encuentra no muy lejos, disfrutando del choque directo entre la arena y el mar.

   —No puedo creerlo —oye la princesa de 36 años, girando levemente su mirada y encontrándose con unas piernas masculinas musculadas. Al subir poco a poco la vista ve que se trata de un hombre que va únicamente en pantaloncillos y que está bien ejercitado. Parece ser de su misma edad—. ¿N-Natsu?

   Oh no. Lo que Natsu quería evitar, estaba sucediendo. Le reconocieron.

   —Sí —dice ella en un tono bajo, rogando internamente porque nadie más haya oído aquello. La playa es privada, por lo que hay pocas personas.

   —Espera, ¿no me reconoces? —Pregunta él, con ella debiendo volver a verla de pies a cabeza. Podría haber pasado directamente a su rostro, pero no quiso perderse la oportunidad de apreciar todo lo demás al menos una vez más.

   Al estar en su rostro, a pesar de cómo ha cambiado dada la complexión de su cuerpo, le reconoce. Antes era más delgado y claro que joven. Ahora se ve que tiene su misma edad, pero luce un poco más... desgastado.

   —Chan —dice Natsu finalmente, con este asintiendo sonriente—. Claro que estás aquí. La Isla Ember ha sido desde siempre el hogar de tu familia.

   —Bueno, ya no exactamente... —responde el mayor, arrodillándose en la arena cuando Natsu demuestra interés en saber a lo que se refiere—. En todos estos años que no nos vimos, han pasado varias cosas. La primera es que tomé el control ejecutivo de la compañía familiar y bueno... la hundí.

   —Oh...

   —Sí...

   —Lo siento mucho, Chan.

   —Está bien. Estoy bien económicamente, solo que... tuve que pagar un muy alto precio. Mi dignidad —Le explica Chan, momento en el que se aparta un poco del campo de visión de Natsu, permitiéndole ver a lo lejos a un hombre de unos 65 o quizá 70 años. Está en la orilla, jugando con por lo menos 5 niños.

   Antes de volver a centrarse en Chan, Natsu se gira por un momento hacia su propio hijo, quien para su alivio continúa jugando en solitario del otro lado de su visión periférica. Volviendo a Chan, no tarda en notar el anillo en su dedo.

   —No es exactamente el amor de mi vida, pero es amable conmigo y pudo darle una de sus casas a mis padres —Le cuenta Chan, con Natsu tan solo viéndolo atentamente, sin expresar ningún tipo de reacción—. Los niños me caen bien y por suerte yo les caigo bien a ellos. Los mayores son los más difíciles, pues algunos de ellos incluso son más grandes que yo, pero bueno...

   —Espero comprendas que me he quedado anonadada...

   —Jaja, sí, no te preocupes —Le dice Chan, finalmente sentándose a su lado, siendo protegido apenas a la mitad por su sombrilla.

   Natsu se siente aliviada de haber escapado de ese sujeto. Sin embargo y a pesar de sus problemas pasados, no puede evitar sentir un poco de pena por él. Ha tenido que entregar su dignidad por estabilidad económica, algo que ella no podría ni imaginar posible. Incluso cuando se separó de su familia hace ya 2 años, Natsu había considerado que estos la dejaran totalmente desheredada. Es por eso que su destino había sido en un principio Omashu, si bien luego regresó ya que su familia estaba dispuesta a dejarle el Palacio Manantial.

Avatar. Princesa de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora