Shisui.

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El repartidor.

(Tn) llevaba tiempo con la misma idea en la cabeza, le daba vueltas, la distraía en cada ocasión que podía. Tenía curiosidad, sentía morbo, y poco a poco se dejaba llevar más y más allá en su imaginación, daba rienda suelta a su pensamiento y se deleitaba con imágenes bastante explícitas de ella misma siendo tomada sexualmente por un desconocido.

Había terminado con su novio unos meses atrás, la cosa ya no tenía manera de repararse. La sangre caliente de ella y el poco interés sexual de él no habían hecho nada a favor de su relación como pareja y ambos agradecían que todo hubiera terminado. Ahora (Tn) no quería una relación amorosa, pero su vida sexual siempre había sido muy activa y no estaba en sus planes detenerse.

Pero no tenía ganas de salir a algún antro o bar a buscar una pareja de una noche. En especial porque existía la tecnología y ella pensaba usarla a su favor. Estaba decidida a hacerlo.

Estando en su casa, se dió una ducha en la que aprovechó para tocarse levemente, se depiló y busco ropa interior sexy, algo que la pusiera de humor, se perfumó y luego se puso un short y una blusa de tirantes encima como pijama y entró a su aplicación de delivery en la zona. Decidió comer sushi, eligió los sabores que más le gustaban y procedió a hacer la compra. Le notificaron que el repartidor llegaría en 25 minutos, más o menos.

Conforme pasaba el tiempo, (Tn) se ponía más y más ansiosa. Estaba algo nerviosa también, jamás había hecho algo como esto antes pero no podía detenerse. Su sexo estaba húmedo, sus pezones erectos y ella sabía que con tan solo rozarse el clítoris se correría como loca.

No había marcha atrás.

Mientras esperaba, fantaseó con su amante, se imaginaba a un hombre alto y con barba, de manos grandes y gruesas, con pelo en el pecho y un pene grueso, moreno y de ojos negros. Sus dedos hacían círculos alrededor de sus pezones hinchados, por sobre la ropa, sus piernas se rozaban una contra la otra haciendo un poco de fricción en su zona íntima.

De pronto el timbre sonó. Ella se levantó tan rápido que se mareó y se acercó a abrir la puerta. Un rápido vistazo al espejo le mostró sus mejillas sonrojadas y sus pupilas dilatadas. Con una mano en la manija de la puerta se mordió los labios y luego abrió. Era hora de la verdad.

Al abrir la puerta se encontró del otro lado a un muchacho, seguramente más joven que ella, de cabello corto y negro, piel blanca y una ligera barba de unos días, flaquito y, por la cara que tenía, de mal humor.

-Hola, traigo un pedido para (Tn). -Habló el chico, tan desganado que ella comenzó a dudar un poco de su plan.

-Si, aquí es. Pasa. -Le contestó ella con una sonrisa. El quitó los ojos del celular y la miró por primera vez, de arriba abajo y se congeló, poco a poco (Tn) pudo ver cómo los colores de la cara del chico cambiaban a rosa y luego a rojo. Ella volvió a sonreír y logró sacarlo de su trance. Ambos entraron a la sala y ella cerró la puerta, recibió el paquete y lo puso en la barra de la cocina, luego le dió el dinero. Él contó el dinero, luego la miró a ella y luego lo volvió a contar.

-Si, está bien. -Le dijo el chico sin verla a la cara. Ella sabía que estaba nervioso, y ya se estaba arrepintiendo de su gran plan pero entonces, como si el destino la hubiera guiado, bajó la mirada y pudo ver un bulto en el pantalón del muchacho.

Se armó de valor.

-Ah, espera. -Le dijo al ver que se giraba buscando la puerta. -Olvidé la propina. Déjame ir a buscarla.

Pero aquello era mentira, le había pagado lo justo conciente de que cualquier persona querría propina. Él asintió y ella caminó hasta su habitación, se miró al espejo y suspiró viéndose a los ojos. Era ahora o nunca.

UchihasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora