Obito.

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Madrugada.

Obito despertó en la madrugada, luego de tener uno de los sueños eróticos más buenos y realistas que había tenido en su vida. Giró en su cama, enredándose entre sus sábanas, y sintió una molestia entre sus piernas.

-Carajo. -Susurró mientras levantaba las cobijas, de inmediato una protuberancia saltó dentro de su ropa interior. Palpitaba y soltaba líquido cada cierto tiempo, además de moverse un poco de arriba abajo, con la cabeza completamente hinchada y roja.

Se sentó en la cama y le echó un vistazo, estaba vacía. Cómo siempre. Talló sus ojos y se estiró antes de mirar al culpable de su desvelo.

Una de sus manos entró en su bóxer negro con nubes rojas y acarició ligeramente su miembro, luego lo recorrió por todo lo largo y apretó sus bolas con cuidado, luego fue aumentando poco a poco la fuerza. Sus ojos cerrados y los labios apretados, intentaba recordar a detalle su sueño.

Una rubia en la playa, con un bikini rojo de esos que casi no tapan nada, se acercaba en cámara lenta. Juntos entraban al agua y ella comenzaba a tocarlo, primero pasaba sus manos por los hombros de él, luego por su pecho y bajaba poco a poco mientras lo miraba coqueta.

El se dejaba hacer mientras la miraba, cabello largo rubio que se mecía con el viento cálido, piel suave y tersa, rasgos delicados y atractivos, hombros delgados y unos pechos redondos que, luego comprobó, cabían perfecto en sus manos, una cintura delgadita como de influencer fitness, caderas anchas y un trasero firme y redondo.

Antes de darse cuenta, ya tenía sus manos en los pechos de ella, por sobre el bikini, los sobaba y apretaba moviéndolos de un lado a otro, ella le tocaba el paquete por sobre la ropa. Obito la atraía aún más hacia él, ella enredaba sus piernas en su cadera y se movía en círculos, rozando ambas entrepiernas. Las manos de él aprovechaban para tocar su trasero bien formado.

"-Obito... ¿Nunca has querido tener sexo en el mar?" -Le decía ella con voz melosa y mirada sugerente. "-Hazmelo Obito, quiero sentir tu gran pene dentro de mi."

El movía la ropa interior de ella y justo cuando iba a penetrarla... Todo había desaparecido, ella ya no estaba, ni la playa ni el mar ni el sol.

Solo él en su cama, en la madrugada.

-No voy a poder terminar así. -Dijo al darse cuenta de que su mano no iba a ser suficiente.

Frustrado pensó qué hacer. Volver a dormir no era una opción, podría intentarlo pero era obvio que no lo lograría, no con una erección de ese tamaño. Tampoco podría darse placer con su mano, no era suficiente.

No. Necesitaba a alguien.

Así que salió de su cama en calzoncillos, sin playera y descalzo. Se encaminó a la puerta y la abrió despacio para no hacer ruido ni despertar a nadie más.

Se desplazó con cuidado por el pasillo de madera y miró las puertas, no le tomó mucho encontrar la que buscaba. Al estar frente a la puerta deseada, puso su mano en la perilla y la giró lento, no tenía seguro por dentro así que se abrió sin rechinar mientras su otra mano seguía acariciándose por sobre la ropa.

Entró en total silencio y sigilo pero casi soltó un gruñido por la sorpresa que se llevó.

Su amante tenía compañía.

Deidara, su compañero de Akatsuki, estaba sentado en su cama, desnudo completamente, con las sábanas hechas bola a los pies de la cama, su cabeza echada hacia atrás y la boca abierta, jadeando, sus larga cabellera rubia estaba despeinada y se pegaba a su frente, hombros y espalda por el sudor. Abajo, entre Deidara y el colchón, estaba su otro compañero de Akatsuki, Hidan.

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