Fugaku.

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El alquiler.

Un miércoles por la tarde, a principios de septiembre, quedé con el señor de un anuncio del piso que ví para que me enseñara la vivienda, porque quería rentarla.

Cuando llegué, nos saludamos y desde el principio ya noté como se alegró, y bastante, de verme. Tenía la clásica pinta de mujeriego. Conozco perfectamente el aspecto de alguien así, me he topado con muchos estos años y, aunque no conocía su cara, sus gestos iniciales y apariencia me resultaron similares a los de otros hombres con los que he follado.

En mi caso no visto tan tan sugerente pero aún conservo algunos pantalones apretados o los escotes que llaman demasiado la atención. Ese día llevaba unos vaqueros apretados y rotos por las piernas, y una camiseta corta que resaltaba mis tetas hacia arriba. Como no acostumbro a llevar sujetador algunas veces, puede que mis pezones se pongan duros en algún momento y sean claramente visibles para quien se fije.

Total, que subí con el señor a ver la vivienda y desde el principio el piso y el edificio me parecieron más asquerosos que lo que había visto en las fotos. La gente sabe como alquilar viviendas de mierda a precio de oro, o al menos a conseguir que gente vaya a verlas. Simplemente arreglan el lugar y toman fotos muy preparadas desde ciertos puntos del piso, para que parezca más amplio y luminoso... En fin, que me llevé una decepción al entrar al piso.

No estaba mal, pero simplemente lo esperaba mejor, o al menos como en las imágenes.

No tardó más de un par de minutos en enseñármelo. Al poco tiempo ya estábamos apoyados en la barra de la cocina debatiendo el precio, muebles y demás. El casero, que se llamaba Fugaku, me dijo que el precio eran 450 euros, y yo intenté regatearlo o bajarlo al menos a 400 euros. Puedo llegar a ser muy persuasiva pero en este caso aún no me había propuesto el tema del sexo, o una mamadita, ni de lejos. Simplemente le dije que estaba estudiando, que me era difícil pagar tanto y que si podíamos dejarlo en 400.

Fugaku, que a ojo yo le echaba unos 55 años aproximadamente, me dijo que él también necesitaba el dinero de este alquiler para pagar la carrera de su hijo más chico que también estaba estudiando, y que su contrato de trabajo era temporal. Que su mujer estaba buscando trabajo, que su hijo mayor era independiente, que tenía un alquiler muy alto, que aún estaba pagando el coche... en definitiva, me estaba contando su vida.

A mi no me importaba, sé detectar las mentiras cuando las oigo, su cara y sus gestos delataban que estaba nervioso. Su ropa también decía todo lo contrario a que le faltaba el dinero, porque iba bastante bien vestido y llevaba un reloj bonito.

Sabía que si le apretaba por otros medios caía. Me daría pereza si fuera otro tipo cualquiera de su edad, me he follado demasiados. Pero Fugaku estaba a punto de ser mi casero, lo cual sería una relación bastante morbosa. Me ponía a mil que, además, le fuera infiel a su mujer conmigo, una pequeña zorra universitaria que estaba dispuesta a tragarse su polla cuando quisiera con tal de pagar menos dinero a final de mes. Bueno, cuando quisiera no, habría que establecer algún tipo de acuerdo...

En mi cabeza los pensamientos iban a mil por hora, ya estaba hasta planeando cuántas veces tendría que dejarme follar por Fugaku para obtener una rebaja del alquiler, cuando ni siquiera sabía si él iba a estar dispuesto. Pero algo me decía que sí, una corazonada. Así que una vez tuve el valor de lanzarme al tema, y mientras él ya estaba dando largas con que me lo pensara y lo llamara si me parecía bien, se lo dije.

-Bueno, piénsalo y si te parece bien me llamas y firmamos el contrato. Ya sabes que hoy lo voy a enseñar a 2 personas más, pero tú has sido la primera y tienes preferencia, si los otros están interesados yo te aviso y eso... - comentó el casero, mientras movía sus llaves en las manos apoyado aún en la barra.

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