Cuando el chico de ojos verdes anunció que quería hacer una fiesta de bienvenida para celebrar su llegada al programa, todos asintieron. Se corrió el rumor de los planes y después de que Luis Chataing se fuera a eso de las cinco de la tarde, todos los competidores sabían la noticia.
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Las fiestas son importantes porque a) puedes conocer a tus posibles futuros aliados. b) puedes zampar* c) perrear*. d) zampar contra la pared. d) vestirte como puta sin que puedan llamarte puta. e) zampar y matar el queso*.
Sí, aquel chico de ojos saltones sabía muy bien lo que hacía, porque en menos de media hora había conseguido un sonido. Faltaba el alcohol, pero vamos, qué se podía hacer... Los productores parecían ser muy cordiales. Y dentro de poco cerrarían sus remolques a las afueras de la institución. Así que el colegio quedaba para ellos solos...
Había una chica que estaba nerviosa, sumamente nerviosa, no era el tipo de muchacha que era popular en las fiestas. Ni siquiera había ido a muchas fiestas. Sin duda estaba en desventaja con las sabían moverlo.
Camila Redondo; la nerd, no sabía lo que era zampar. Y eso era una lástima, porque sabía que tendría que hacer cualquier cosa para llamar la atención de Eteban Borbely, el mejor amigo del chico de ojos verdes que planeaba la fiesta, además, Esteban sería el DJ.
Estaba llena de dudas y preocupaciones. ¿Qué hacía allí? ¿Cómo es que quedó seleccionada en el programa? ¿No se suponía que eran estrellas? Las relaciones con los demás no había sido su fuerte, nunca. Camila tenía una característica peculiar entre el resto de las chicas... Ella está rellenita.
Luis Marval y Esteban pensaron el concepto de la fiesta, no tenían muchos recursos, así que decidieron hacer una fiesta sobre el queso. Se llamaba la Extreme pro shit queso party.
Claro, esta es una tradición en Venezuela: haces una fiesta en tu casa, le pones nombre tipo tomorrowland y cobras a 6000 bolos la entrada.
Todos se arreglaban para la velada; los chicos se comprometieron con transportar sillas (O mejor dicho, pupitres) al aula seleccionada. Estaba en el segundo piso y tenía un gran ventanal que regalaba una excelente vista del paisaje. José Mata lo aprovechó al máximo, porque prácticamente se tiraba por ella para tomar una buena fotografía. Las chicas, por su parte, cubrían las pizarras y estantes con telas y pedazos de carteleras viejas colgadas en las paredes de los pasillos.
Mientras planificaban todo, Luis Petro no pudo evitar decir un comentario:
- Opino que todas las chamas que quieran bailar conmigo se anoten en una lista de espera.
