Esta historia transcurre en las montañas de Quesozuela, en el reino de Hielondelle, con las montañas más altas del mundo; las más cercanas al cielo... Allá donde el frío te congela la sangre y la nieve yace hasta en la cueva más escondida... Allá donde se celebra cada salida del sol; que brinda abrigo y energía; allí donde los alces son tu mejor transporte; allí donde está el castillo de la Familia Real; que transmitía todo lo que acontecía en su día a día en su reality show: Keeping up with La Realeza.
Para la Familia Real todo giraba alrededor de sus dos pequeñas hijas; Divelsa, la mayor, y Annais, la menor. La Familia Real le prestaba especial atención a Divelsa; de apenas unos ocho años y con cabello rubio claro, del color de la nieve cuando orinas en ella. Divelsa tenía la habilidad especial de controlar el hielo; podía enfriar toda la habitación si quería, podía orinar cubitos de hielo o hacer paletas de chocolate cuando tenía muchos gases... Podía congelar el piso como una pista de hielo. Y podía crear muñecos de nieve con un parpadeo.
Divelsa se divertía mucho con su hermana menor Annais, de cabello café claro; hacían castillos de hielo macizo y tenían bolas de nieve infinitas. Un día las dos hermanas pequeñas se sentaron en lo alto de un castillo de hielo construido por Divelsa en el cuarto de Annais. El piso de hielo era resbaladizo.
- Hermana Divelsa ¿Algún día podrás descongelar todo este hielo?-. Le preguntó Annais con tono dulce-. Quiero surfear. Tomar la ola, como Irene Esser.
- ¿Tú eres pendeja?-. Le preguntó Divelsa-. El hielo la da más. Yo soy la frozen, la poderosa.
Annais asintió disgustada.
Divelsa para contentar a su hermana creó un muñeco de nieve al chasquear los dedos; eran tres bolas de nieve, una más grande que la otra, con dos ramitas como brazos y una zanahoria como naríz.
- Hola, soy Alaf, y amo los abrazos-. Dijo Divelsa, actuando como si fuese el muñeco de nieve sin vida-. También amo la pizza.
- Hola Alaf-. Lo saludó Annais-. Yo te lo doy todo.
Las dos hermanas comenzaron a reír.
- ¿Qué pedirás de cumpleaños, Annais?
Annais hizo una pausa, se acercaba su quinto cumpleaños y no sabía qué regalo iba a pedir.
- Quiero un BlackBerry.
Divelsa desplegó sus ojos de par en par. Pensó: "¿Por qué mi hermana tiene complejo de peruana?
De la rabia le lanzó una ráfaga de hielo. Hay que congelarla antes de que deje crías.
- PIDE UN BOLETO A PERÚ MEJOR, NOJODA-. Exclamó Divelsa.
Volteó la cara y se dignó a no dirigirle la palabra a su hermana menor, ni siquiera quería verla. A los pocos segundos volteó nuevamente para seguir reprochándole sus "complejos de peruana", pero su hermana Annais ya no era la misma.