Trece

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Diez palabras pasaron a ser veinte con una facilidad demasiado extraña, y en un tiempo récord. O quizás el tiempo había dejado de importarle de tal forma que el concepto de rápido o lento no le significaba nada.

Fuese lo que fuese, el nuevo idioma comenzó a asentarse en su cabeza, si era que no lo estaba ya.

Sus salidas comenzaron a escasear con el pasar de los días... ¿o fases? ¡Como sea que fuesen! Skeppy no tenía la cabeza para aprender eso. El caso era que no estaba saliendo con la misma regularidad que siempre gracias a su repentino subidón por aprender el idioma. Una palabra le conducía a otra, y después a otra, y después a una frase.

Lo sentía tan cerca y a la vez tan lejos. O quizás sólo era su imaginación.

Poco a poco su vocabulario fue a la alza. No se sentía nada confidente como para tratar de pedirle una conversación a su amigo piglin en el idioma ni mucho menos, pero cada vez se sorprendía más cuando visitaba lugares públicos dentro del Nether y podía captar conversaciones entre las criaturas e híbridos del lugar sin mucho esfuerzo. Incluso, en algunas ocasiones, había sido capaz de responder a algunas cosas básicas que surgían naturalmente dentro de las aglomeraciones del Nether, como un «Con permiso» o un «Lo lamento» esporádicos. Nadie le miró extraño por su pronunciación ni nada, así que, o lo estaba haciendo bien, o todos lo hacían mal y ya nadie se fijaba. Cualquiera de las dos le servía bien.

Entonces llegó el próximo reto dentro de su aprendizaje.

Después de hablar un poco con Techno, descubrió que habían libros en el Nether. Como... no se quemaban y eso. La gema siempre pensó que habrían cosas que no podían existir en esa dimensión, como el agua. No había agua por ningún sitio, pues apenas tenía contacto con el aire increíblemente caliente, se evaporaba. Toda el agua que podían necesitar la extraían de nieve en polvo, la cuál, por alguna extraña razón, ni siquiera se derretía en el Nether.

Los libros entraban en ese trato de «incapaces de existir en el Nether» porque, bueno, por obviedades de la vida, Skeppy pensaba que el papel y la gran flamabilidad del lugar no combinaban... pero al parecer había algunos en los bastiones y no estaban incendiándose al momento de abrirlos. Technoblade le trajo algunos cuando regresó de su próximo turno y, en el momento en que la vista de Skeppy se posó en ellos, entendió por qué podían coexistir en el Nether.

Eran libros encantados. En la portada tenían escrito «Velocidad de almas» del I al III con letras elegantes. Él nunca había tenido la oportunidad de leer ningún libro encantado porque, bueno, ¡era de dominio público que los libros encantados no podían leerse! ¡Nadie entendía que querían decir!

Entonces le llegó la realización como un golpe directo en la nuca. Ah, no, momento, eso fue real y de parte de Techno.

¡No podían leer los libros porque estaban todos escritos en Infernal! ¡Nadie los leía jamás por eso! ¡Duh!

A partir de ese día, comenzó con una nueva tarea: la lectura de los libros encantados.

Eran cosas simples. Por lo general, nada realmente complicado. Usos del encantamiento, complicaciones, el nivel de daño que causaba a las armaduras, con qué otros encantamientos se podía juntar... lo más complicado de descifrar que había encontrado en esas páginas, al menos durante una lectura preliminar, había sido la sección de la historia del encantamiento. Pero era algo menos a contraste de todo lo que sí había logrado descifrar.

¡No le importaba que Technoblade se burlase de su emoción ante eso y le llamase «niño», definitivamente estaba orgulloso de sus avances!

Días después de comenzar a leer los libros, Skeppy enfrentó un evento sin precedentes.

Tuvo una conversación con su alma gemela.

[×°×°×°×°]

Al demonio Wither no le resultaba gracioso como era que no podía cometerse un simple error sin tener que afrontar consecuencias. Sí, había golpeado a un piglin zombificado. ¡Pero sólo había sido un error! ¡Un mal cálculo de distancia nada más! ¡Y el golpe ni siquiera había sido tan fuerte!

Ahora estaba en lo alto de una saliente de Netherrack a la que había volado a toda prisa, aburrido, mientras esperaba que la horda de descerebrados zombies piglins calmasen su furia colectiva y pudiese bajar de nuevo al suelo firme. Con un movimiento rápido, se sentó en la saliente con los pies colgando en dirección a la horda enfurecida. Comenzó a balancearlos, uno después del otro, mientras tarareaba alguna canción tonta que había escuchado por allí. Lo único tranquilo eran las palabras que le eran compartidas esporádicamente por la conexión. Sin sentido, sueltas, incluso incorrectas, pero se notaba el esfuerzo tras ellas.

Cerró los ojos y fingió que no estaba sobre una horda de muertos vivientes que lo quería muerto también. Fingió que no estaba a pocos kilómetros de un bastión que podría significar el mejor cambio de su vida, pero que también le aseguraba una muerte inmediata si ponía un sólo pie allí. Fingió que la vida era más sencilla y que no había ninguna barrera de idioma construida en su conexión.

Fingió muchísimas cosas mientras terminaba de cantar esa canción.
























Notas:

A saber por qué, este capítulo me costó la vida de escribir. ¡Ni siquiera pasa algo súper interesante y me costó horrores! En fin, realmente espero que no haya sido muy pesado de leer, ya que fue súper pesado de escribir--

The4Demons

Mente en blanco [Skephalo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora