Epílogo

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Como si no fuese la mayor rareza de todas, Skeppy fue el primero en despertarse ese día. Se levantó de la cama con un movimiento fluido, elegante, digno de un gimnasta reconocido, y se lanzó a uno de sus armarios para buscar la ropa que iba a usar aquel día y, así, comenzar a prepararse para la salida. Debió de haber causado bastante ruido porque pronto sintió un peso extra apoyarse sobre sus hombros y hundirlo en el suelo, pero no lo derrumbado ni mucho menos.

—S'geppy —Escuchó el gruñido justo arriba de su oreja. Unos brazos le rodearon el pecho y lo jalaron un poco hacia atrás en un abrazo suave—. Es muy temprano aún.

—Sabes cómo es Techno —murmuró mientras seguía rebuscando ropa entre sus armarios. Tenían tantas cosas que habían comprado con el paso de los años, incluso si más de la mitad de eso no lo usaban—. Si no estamos allí a tiempo…

Dejó que el resto de la oración flotase en el aire. Podía rellenarse a voluntad, aunque ambas almas gemelas tenían ideas similares de cómo terminarla.

Bad suspiró y admiró desde su posición en el hombro de Skeppy como tomaba una prenda aquí y otra allá, para luego desecharlas ambas y volver a rebuscar. Cuando por fin se decidió por lo que quería, prácticamente huyó al baño para ducharse y vestirse, dejando a BadBoyHalo solo en la gran habitación de su hogar.

Mientras la gema estaba en la ducha, pensó en los últimos años por encima. En sus primeros días, enseñando a Bad y Techno todo sobre el supramundo, en el período en el que ellos vivieron juntos en la montaña. O un par de años después, cuando salieron e hicieron sus propios hogares. Vivieron sus propias y nuevas vidas. Bad y el formalizaron su relación. Y llegaron a más. Su boda fue el verano pasado. Por supuesto que Techno fue el padrino. Ni siquiera replicó ante ello. Sólo lo aceptó. Skeppy esperaba que siquiera fuese a decir algo, pero no lo hizo. Lo máximo que dijo fue que ya había aceptado su destino desde hacía mucho, si es que eso tenía algún sentido.

La ceremonia fue preciosa. Todo el pueblo, tanto fuera como dentro de la montaña, fue invitado. Skeppy guardó ese día como el tercero más feliz de su vida, estando por detrás de los días en los que conoció a BadBoyHalo y a Technoblade, ningún día antes que el otro, pero los dos ocupando los primeros puestos.

Más pronto de lo que había esperado, salió de la ducha rápidamente y comenzó a vestirse. Pronto, estuvo listo.

Ingresó de nuevo a la habitación para encontrarse a Bad sentado en la cama, sonriéndole.

—Estabas recordando muchas cosas lindas —acusó flojamente. Skeppy le sonrió.

—Me gusta tener en la mente cosas lindas, por eso pienso mucho en ti —declaró como si no fuese nada, y fingió no ver la sonrisa tonta y enamorada que su esposo le dedicó.

Bad se levantó de un salto y se dirigió al baño, pasando al lado de Skeppy y dándole un rápido beso beso en la frente antes de escabullirse.

La gema lo vio irse, feliz. Caminó por la habitación, admirando la decoración sencilla que Bad había elegido. Skeppy no era bueno decorando, así que le dejó todo a su alma gemela. Y esa era sólo una de todo el conjunto de buenas decisiones que había tomado desde que cumplió dieciocho.

Unos minutos más, Bad volvió a ingresar a la habitación con el olor del shampoo de durazno y algo de vapor desprendiendo de su piel oscura. Sus baños con agua hirviendo realmente eran una cosa…

Abandonaron su hogar unos cuántos minutos después entre pasos tranquilos y pequeñas bromas estúpidas. Si no se mantuvieron hablando y haciendo idioteces por aquí y por allá fue por el pensamiento de Techno enfadado por ellos llegando tarde.

El sol les envolvió con su luz mañanera. A Bad le encantaba el sol. Estaba diseñado para temperaturas cálidas, así que no era de extrañar eso. Bueno, y también sumaba puntos que esa vez nevó y salió a conocer la nieve, se enfermó durante una semana.

La gente les saludaba conforme caminaban. A Skeppy siempre le recorría un extraño calor en el pecho pensando en la relación amable que todos tenían con Bad, perdonando sus errores en inglés y siempre devolviendo sus saludos incluso cuando él los decía accidentalmente en Infernal.

Cuando Skeppy estaba corriendo por su vida en los pasillos del bastión de la mano de su alma gemela, lo que menos le preocupó fue en qué iba a pensar las personas de su pueblo sobre Bad. Ahora estaba allí. Y todos lo aceptaron como a uno más.

Bad no tardó mucho tiempo en dejar de ser «El demonio aterrador» o «La criatura del Nether». Simplemente empezó a ser BadBoyHalo, el demonio Wither que, si no fuese por su apariencia, pensarías que el nombre de su especie es una exageración.

En menos de lo que esperaban, ambos estaban adentrándose en los terrenos de la casa de Technoblade. Un ejército de perros de pelaje blanco y grueso les lanzaron ladridos felices desde dentro de las vallas que de limitaban su hogar. Por el rabillo del ojo, Skeppy alcanzó a dilucidar el plantío de papas favorito de Techno. Una de las formas de pago que Skeppy aún estaba pagando por la ayuda de Techno en el Nether fue pasar tiempo charlando con él durante sus interminables horas cosechando papas. Ni siquiera ayudó a cosechar, ya que Technoblade no lo consideraba digno de tocar sus cosechas, sólo estuvo allí dando compañía.

¿Qué clase de pago era esa? Skeppy no sabía. Pero no iba a quejarse.

Cruzaron las vallas con cuidado de no dejar salir a ninguno de los perros (Technoblade jamás se los perdonaría) y se aproximaron a la puerta. Antes de incluso haber tocado, la puerta ya estaba abriéndose. Típico del piglin.

—A tiempo por una vez.

—¡Siempre llegamos a tiempo! —Se quejó Skeppy con una voz chillona. Bad simplemente se rió.

—Lo que digas —El contrario se encogió de hombros, aburrido—. Ahora pasen, tenemos mucho que hacer hoy. Y hay que estar preparados.

La gema diamante asintió. El demonio Wither inclinó un poco la cabeza al lado. El piglin bruto sonrió ampliamente.

Sólo un día más recolectando materiales. Un día más pasando tiempo juntos. Un día más en los que Skeppy era feliz y dos de las personas más importantes en su vida también lo eran.

Un día más en que sus pensamientos se quedaron vacíos y su mente estuvo en paz.

Sentía que podía acostumbrarse a eso.

—Vamos ya, cerdo tonto.

—Como sea, idiota.

—¡Ey! ¡No sean groseros!

Mente en blanco [Skephalo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora