Quince

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Sin saberlo, Skeppy estaba disfrutando el último día tranquilo que iba a tener en el Nether.

Acostado al revés (con las piernas en la cabecera y la cabeza colgando a centímetro del suelo) en el incómodo sofá de piel de hoglin de la base de Techno, leía sin cuidado el tercer y último libro encantado que tenía en su poder sin detenerse apenas.

Desde la conversación que tuvo con su alma gemela había pasado un largo tiempo. Habían compartido otras conversaciones esporádicas que sólo ayudaron a Skeppy a reafirmar su punto de: «Oh, increíble, mi alma gemela me tiene mal», como si hablar con ella fuese la primera prueba de ello y no las mil y una cosas que hizo antes a favor de viajar y vivir en el Nether sólo para tener una mínima oportunidad de encontrarla.

Llegó hasta el final del libro y lo cerró con un golpe. La visión inversa del mundo le dio un mareo momentáneo, pero se repuso en segundos.

Soportó la sensación desagradable y estiró sus extremidades, aliviando tensión en sus músculos que no sabía que tenía.

Hacía pocos días había hablado con Techno de su estancia allí. Fue increíblemente extraño. El piglin había hecho en broma las cuentas de toda la renta que Skeppy le debía más el costo de sus clases. Hizo sus cálculos en sus extrañas medidas de tiempo y, después de que la gema le haya pedido que los haga, realizó las conversiones a su tiempo del supramundo.

—Casi dos años —suspiró mientras daba golpecitos en la tapa del libro. Techno había dicho no estar seguro al 100% de cuánto llevaba Skeppy viviendo con él y que quizás había sido más o menos tiempo que ese. Pero seguía siendo válido. Y aterrador. La gema se había perdido su vigésimo primer cumpleaños y quizás, no lo sabía a ciencia cierta, se iba a perder el vigésimo segundo. O ya se lo había perdido. No lo sabía.

Su cumpleaños... sus últimos cumpleaños siempre habían sido decisivos. El enterarse que su alma gemela era alguien del Nether, encontrar el portal de obsidiana en medio del bosque e ir al mismísimo Nether, todo en sus últimos tres cumpleaños (de los que estuvo consciente, por supuesto). Con las increíbles coincidencias que estaba sufriendo, no le sorprendería ni por un segundo que el mismo día de su cumpleaños 21 algo genial hubiese pasado y él ni siquiera lo había notado. ¿Quizás fue en su cumpleaños 21 que habló con su alma gemela? Le sonaba posible.

O igual y estaba exagerando, y sólo fue un día de esos en los que se sentaba en la mesa con el piglin mientras este le enseñaba palabras y frases que podría llegar a usar dentro de una conversación. A saber.

Se estremeció. Había pasado tanto en lo que había sentido como tan poco. ¡Ni de chiste pensaba que dos años habían pasado desde que casi había vomitado los zapatos de Technoblade!

Con una maniobra extraña, se sentó como lo haría cualquier persona normal y comenzó a cantar en voz baja una canción que había aprendido de su alma gemela. Era una melodía alegre sobre cosas banales. Lava, fortalezas, esqueletos Wither y más cosas, todas entremezcladas en líneas tranquilas y repetitivas.

Skeppy no le importaba que no tuviese una letra profunda e increíblemente trabajada, no. Lo único que le importaba era entenderlo.

Su mente volvió a cambiar de tema.

A la mañana siguiente, la gema tenía que ir al bastión en busca de algunos intercambios. Con algo de oro, podía obtener casi todos los bienes disponibles en el Nether, aunque había que ser cuidadoso con esos intercambios. Algunos piglins podrían ser generosos y otorgar ojos de ender o pociones de cuerpo ignífugo por apenas unas piezas de oro, pero habría otros que darían cosas mucho menos buenas, como hilo o grava. Mientras Skeppy no llamase la atención peleando o regateando de más con alguno de los piglins en el bastión, estaría bien.

No le gustaba mucho ir a los bastiones, principalmente porque ir disfrazado no le encantaba. Y segundo, porque su disfraz implicaba que no era un adulto, como de verdad era. ¡Sí, sí, ya sabía que no tenía la gran altura de un piglin y que lo mejor que podía hacer era fingir que era un niño! ¡Lo sabía increíblemente bien! Pero no le hacía nada de gracia. Así como tampoco le hacía nada de gracia que muchos de los piglins en el mercado del bastión no se lo tomasen en serio creyendo que era un niño haciendo los recados de sus padres.

Ah, si supiesen... no, mejor no. Mejor que no supiesen. No amaba la idea de no ser tomado en serio, pero de eso a ser descubierto...

Suspiró, cuidadosamente, como si temiese que alguien lo fuese a escuchar dentro de esa casa vacía.

Su mente se comenzó a desviar a otros rumbos de nuevo.

Aprender el idioma era lo de menos. Ahora que estaba a la altura de cualquier par de almas gemelas (podía entender sus pensamientos, conversar con él y, bueno, ningún filtro, todo le llegaba a su destinado). Pero, claro, aunque hubiesen pasado esas trabas, aun quedaban las normales, las de cualquier otra persona. Por la conexión no podían pasar nombres ni ubicaciones. Skeppy no podía decir «¡Estoy cerca del bastión que está en estas coordenadas!». Su alma gemela tampoco. Ni siquiera podían saber sus nombres. Para ese punto, ya hasta preguntar por apariencias se sentía como una burla.

¡Skeppy ni siquiera podía pensar en Infernal porque la conexión se llenaba de dolores de cabeza hacia su persona cada vez que formulaba la palabra «bastión», indicando que eso no había pasado por el flujo de pensamientos porque podría revelar su ubicación!

Joder. Jej, bueno, cosa buena: al menos podía maldecir en pensamientos sin obtener regaños.

Su pequeño atisbo de felicidad se derrumbó en un instante.

En la mañana iría al bastión a comerciar, conseguiría cosas y... reanudaría sus expediciones, esta vez por más días y muchos más kilómetros. Iba a encontrar a su destinado aunque la vida se le fuese en ello.

[×°×°×°×°]

El demonio Wither miró con el ceño fruncido hacia el gran océano de lava que se desplegaba ante su vista. Los lavagantes dando vueltas sobre la lava adornaban su visión, pero no sus sentimientos.

Su alma gemela había estado pensando en su idioma natal todo ese tiempo y le estaba volviendo un poco loco. Cuando por fin estaba entendiendo todo, volvieron al inicio. No había por qué siquiera sentirse enojado, su alma gemela podía pensar lo que quisiese en el idioma que quisiese, pero... quería saber.

Lo poco que pudiese obtener, bueno, quería tenerlo. Y no lo estaba teniendo. ¿Eso lo hacía egoísta? Probablemente sí. Suspiró.

Enfocó la vista y continuó mirando el paso tranquilo de los lavagantes. En silencio, deseó ser tan simple como uno de ellos y no preocuparse por nada más que por correr más rápido sobre la lava después de comer algunos hongos.

Pero no podía volverse un lavagante. Era un demonio del Nether y su mente seguía intranquila.





















Notas:

¿Sabían que originalmente este fanfic estaba planeado para sólo tener quince capítulos? En una línea temporal no tan idílica, hoy estaríamos terminando. Sólo un dato curioso uwu.

Btw, ¡gracias por las 2k+ lecturas! Esto está creciendo muy rápido y no me lo explico. ¡Muchísimas gracias a todos!

The4Demons

Mente en blanco [Skephalo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora