Y otro día más que repetía la rutina de siempre. Suena el despertador, le propino un golpe por despertarme de mis maravillosos sueños y consigo salir de la cama con un poco de esfuerzo.
Me dirijo hacia el baño para asearme, y cuando acabo bajo a la cocina a por algo de desayunar. Hoy tocaba un tazón de leche con cereales. Es algo que no da mucho trabajo, y al menos para mí, es un pequeño manjar de la vida. Una vez acabado mi desayuno, limpio el tazón y me preparo las cosas para ir a clase.
Es un horror esto de estar en la universidad, y más si estudias algo que no te agrada, en mi caso medicina. Pero con la nota tan alta que había tenido en selectividad era una gran oportunidad, y no podía desperdiciarla, o eso me decían. Que necesitaba un buen futuro, feliz, y espero tenerlo, aunque no creo ni que esta carrera ni el futuro trabajo me lo den.
Nada más salir de casa saco mi cajetilla de tabaco y deslizo un cigarrillo, a continuación lo enciendo. No era una mala forma de relajarse por la mañana mientras se pasea hasta la puerta de aquel sitio, y mucha mejor forma si me pongo los auriculares con música, porque así puedo estar en mi mundo de verdad, aunque me pase en él todo el día.
Al llegar siempre están aquel grupo que acaparan la puerta, parece que los pagan para hacer de porteros, pero lo peor es que no les pagan y lo hacen, o por gusto, o por joder, es una incógnita que nunca resolveré. Me hago paso entre ellos, busco mi clase y entro, mi sitio está al fondo. Está vacía, como siempre. Solía llegar la primera, era una manía. Mientras llegaban el resto me puse a mirar mi móvil, a ver Instagram, Twitter, Snapchat y algunos mensajes de WhatsApp. Al empezar a oír ruidos procedentes de la puerta lo guardé:
-Buenos días -Al levantar la vista pude ver como un chico y una chica me saludaban, amables, pero se les notaba dormidos por su tono de voz.
-Buenos días -Respondí seca y me puse a mirar al fondo de la clase.
No me considero una persona sociable, pero tampoco maleducada. No es que tenga ningún problema con nadie en particular, pero prefiero vivir mi vida, en solitario. Al menos nadie te molesta, nadie te traiciona.
Antes de ponerme a pensar en nada más, me puse a hacer lo que siempre utilizaba para distraer mis pensamientos cuando no podía escuchar música, dibujar. Saqué una libreta, un bolígrafo y empecé a deslizar el bolígrafo sobre una de las hojas, con un trazo fuerte, sin saber muy bien qué dibujar. Y seguí haciéndolo hasta que tuve la necesidad de buscarle alguna forma a aquel dibujo sin sentido, así que saqué mi móvil para buscar algo que me diera una idea. Pero nada más sacarlo, una voz algo conocida, me interrumpió:
-¿Qué tengo dicho sobre estar con el móvil en las instalaciones de la universidad durante las horas de clase Sarah?
-Que no se debe utilizar.. -Dije con un tono cansado de su discurso, aunque para él probablemente le parecería un poco burlón.
-Pues guárdelo -Y dicho esto se fue hacia su sitio habitual de la clase para que todo el mundo centrara su vista en él mientras soltaba la materia que supongo que a alguien le importaría.
La clase pasaba, lentamente, mientras yo seguía mi dibujo sin un rumbo claro, cuando me preguntó algo que ni siquiera sabía en qué idioma preguntaba:
-Sarah Izquierdo, ¿Sería capaz de explicar, a mí y a todos sus compañeros en qué consiste la correlación no paramétrica?
Mi cara debía de ser un completo y absoluto poema al escuchar aquellas palabras, y estuve a punto de decir alguna barbaridad, pero casi era mejor callarse, que hablar sin pensar siempre traía consecuencias. Una de las grandes lecciones que me enseñó el pasado:
-No -Dije en un tono seco y volví a depositar toda mi atención en mi dibujo.
Escuché que volvió a repetir aquella pregunta y una chica fue capaz de explicarle eso con todo lujo de detalles, algo que admiraba, pero que yo no era capaz de hacer.
A veces me arrepiento de haber seguido los consejos y estar aquí, depositando dinero cada cierto tiempo, y que total tampoco invierto en conocimientos, y malgastando horas de mi vida. Pero por otra parte tampoco tendría otra cosa que hacer, así que mejor estar en algún sitio, con la excusa de que tienes algo que hacer con tu vida. Y si soy sincera, siempre queda bien decir que estás en la universidad si alguien te pregunta. Y todavía está mucho mejor decir que vives sola, lo único malo suele ser que te agobian con que celebres fiestas en tu casa, pero pasas, te vuelves borde, y ya dejan de hablarte, es automático.
Por fin, entre este y millones de pensamientos más, porque son demasiadas horas, se pasó aquel tiempo infernal encerrada entre aquellas paredes. Antes de que tocara el timbre que informaba de la salida, yo ya tenía todo recogido cinco minutos antes como mínimo, así que era siempre de las primeras en salir.
Nada más salir encendí un cigarro para ir hasta mi casa relajada, pero nada más cruzar el paso de peatones un coche casi me lleva por delante, cosa que no me relajaba mucho, ni a mí ni a cualquiera. Y no tuve más remedio que gritar ¡Gilipollas! Y todo el mundo se quedó mirándome extrañados, pero me daba igual, a mí era a la que casi me atropellan, no a ellos.
Dejé mis cosas en casa y me fui a comer al Burguer King. No era un sitio relajado, pero por la comida merecía bastante la pena. Así que me fui a por mi hamburguesa, acompañada de bebida y patatas, y me fui hacia una mesa que estaba en el fondo. Pero no tardó mucho en venir un chico, conocido, a mi mesa para compartir la estancia, y algo más:
-¿Tienes lo mío? -Me preguntó en un tono bajo pero tranquilo, para que nadie sospechara nada.
Me metí la mano en el bolsillo derecho de mi chaqueta y saqué un bolsa, para dársela sin que nadie sospechara fingí que estábamos haciendo manitas y se la pasé, mientras él también me dio unos cuantos billetes, que compensaran esa mercancía. El resto de la hamburguesa la comimos juntos, pero en silencio. Esperamos a acabar los dos para salir juntos, me subí a su coche y me acercó a casa, no es que estuviera muy lejos, pero no le costaba nada, y él siempre decía que le gustaba acercar a las chicas a su casa, le hacía sentir todo un caballero, así que no iba a hacerle el feo.
Nos despedimos con un gesto de manos y yo me metí a mi casa. Me cambié de ropa, me quité el maquillaje y me tumbé en la cama. No tardé mucho en caer rendida y dormir una gran siesta. En aquella siesta, para mi sorpresa, apenas aparecieron pesadillas, así que no me puedo quejar.
Nada más despertarme, el timbre de la puerta sonó, y tuve que levantarme. Supuse que sería la vecina. Siempre venía por las noches a verme. A mí no me importaba, era una anciana que se sentía sola, y la verdad es que la compañía, después de pasarme todo el día en mi mundo, tampoco venía mal un rato, y menos si es una mujer agradable.
Cuando se fue porque notó que el sueño la vencía, recogí todo y me fui a dormir. No había sido un día agotador, tan solo uno más. Y que pasara un día más merecía algo, que antes de dormir fuese a mi calendario y tachase aquel día. Ya quedaba un día menos, ¿Para qué? No lo sé. Tan solo sé que quedaba menos.
Y así es mi rutina, así es mi vida.

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Soy y seré
ספרות נוער¿Cuál es la diferencia entre que pasen los días y vivir? A veces abismal, a veces solo hay una delgada línea que las separa.